22/07/2019, 11:21
—Se equivoca. No es un General
Así, sin más, con una calma del todo inesperada teniendo en cuenta todo lo que acababa de suceder en aquel espacio cerrado de unos 10 metros de diámetro. Y yo ahí en el suelo, que no daba crédito de lo que estaba pasando. De algún modo algo me había aferrado a aquel mundo y estaba impidiendo que me fuera al otro barrio.
— ¿Cómo dices? ¿Entonces como explicas tu cambio en la voz? ¿como explicas que tus ojos hayan cambiado? ¿Como explicas...?
Pero no quiso escucharme más. Su respuesta fue algo así como la indiferencia. Era demasiado diferente a Ayame, pero de algún modo seguía siendo Ayame. Incorporé la espalda sin levantar el culo del suelo, no sin la inestimable ayuda de mis brazos. Pero todavía no estaba preparado para recuperar la verticalidad por completo.
Por su parte, Ayame o lo que fuera aquello, se fue, se escapó por el agujero que acababa de abrir con aquel láser endemoniado, perdiéndola de vista.
— Joder, ya que me ha dejado así, podría ayudar un poco...
Chasquee la lengua y traté de erguirme. Pero aún seguía tocado. Nada más levantar un poco el culo y alzar la cabeza noté como si mi cabeza fuese más deprisa que mi cuerpo y mi alrededor diese algún que otro tumbo.
— Voy a necesitar algún tipo de ayuda si no quiero perderla de vista
Las opciones eran reducidas, pero mi propósito no era imposible. Me mordí el dedo pulgar dejando escapar un hilito de sangre y planté la mano en el suelo.
— Kuchiyose no jutsu
De debajo de mi posición surgió una vieja amiga, Kumokichi. Sus marcas atigradas de un naranja butano era inconfundibles.
— ¿Sabes qué, Kumokichi? Nunca antes me había alegrado tanto de verte. Ya te explicaré, ahora busquemos el modo de salir de aquí
— A saber en qué follón te habrás metido esta vez...
El animal avanzó e hizo espacio a través del agujero, arrancando con sus poderosas patas algún trozo más de estructura, donde pudimos ver que Ayame estaba observando una estatua en la que se dibujaba algo así como un caballo con cuernos. Luego salimos de aquella especie de prisión en la que casi la palmo.
— Eh, Ayame, ya que me has dejado hecho una puta mierda podrías ayudarme, ¿no? — repliqué mientras su mano estaba posada en el caballo cuernudo ese — He tenido que llamar a una amiga...
Así, sin más, con una calma del todo inesperada teniendo en cuenta todo lo que acababa de suceder en aquel espacio cerrado de unos 10 metros de diámetro. Y yo ahí en el suelo, que no daba crédito de lo que estaba pasando. De algún modo algo me había aferrado a aquel mundo y estaba impidiendo que me fuera al otro barrio.
— ¿Cómo dices? ¿Entonces como explicas tu cambio en la voz? ¿como explicas que tus ojos hayan cambiado? ¿Como explicas...?
Pero no quiso escucharme más. Su respuesta fue algo así como la indiferencia. Era demasiado diferente a Ayame, pero de algún modo seguía siendo Ayame. Incorporé la espalda sin levantar el culo del suelo, no sin la inestimable ayuda de mis brazos. Pero todavía no estaba preparado para recuperar la verticalidad por completo.
Por su parte, Ayame o lo que fuera aquello, se fue, se escapó por el agujero que acababa de abrir con aquel láser endemoniado, perdiéndola de vista.
— Joder, ya que me ha dejado así, podría ayudar un poco...
Chasquee la lengua y traté de erguirme. Pero aún seguía tocado. Nada más levantar un poco el culo y alzar la cabeza noté como si mi cabeza fuese más deprisa que mi cuerpo y mi alrededor diese algún que otro tumbo.
— Voy a necesitar algún tipo de ayuda si no quiero perderla de vista
Las opciones eran reducidas, pero mi propósito no era imposible. Me mordí el dedo pulgar dejando escapar un hilito de sangre y planté la mano en el suelo.
— Kuchiyose no jutsu
De debajo de mi posición surgió una vieja amiga, Kumokichi. Sus marcas atigradas de un naranja butano era inconfundibles.
— ¿Sabes qué, Kumokichi? Nunca antes me había alegrado tanto de verte. Ya te explicaré, ahora busquemos el modo de salir de aquí
— A saber en qué follón te habrás metido esta vez...
El animal avanzó e hizo espacio a través del agujero, arrancando con sus poderosas patas algún trozo más de estructura, donde pudimos ver que Ayame estaba observando una estatua en la que se dibujaba algo así como un caballo con cuernos. Luego salimos de aquella especie de prisión en la que casi la palmo.
— Eh, Ayame, ya que me has dejado hecho una puta mierda podrías ayudarme, ¿no? — repliqué mientras su mano estaba posada en el caballo cuernudo ese — He tenido que llamar a una amiga...
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa