23/07/2019, 21:06
El Genin, que al momento de entrar a penas prestó atención al hecho de que solo había una persona en el consultorio, quedó perplejo cuando el descomunal dóberman simplemente se dignó a manifestar su opinión sobre la situación en la que se había metido aquel pichón de shinobi. Nunca había visto o siquiera oído hablar de animales con la capacidad de articular lenguaje y ese lo tomó totalmente desprevenido. Volviendo su cuerpo hacia la medico, salió de su asombro solo cuando ella llamó su atención y, aún un poco distraído por lo anterior, aceptó la taza entre sus manos sin darse cuenta. Luego asintió para confirmar su identidad.
—Nada que ver— Contestó sin reparo a la pregunta desafiante. —No iba a asumir que sabías que ella es mi mamá. Es todo.— Echó un largo sorbo de café, con cuidado de no quemarse. Una vez lo probara, ni se daría cuenta de que no tenía azúcar; probablemente disfrutaba más el aroma y el calor que le brindaba aquella bebida en las manos que ingiriéndola.
«Ni me lo digas...» Asintió con cortesía, dejando escapar una pequeña sonrisa cuando trajo a colación la destreza de verbo de la que hacía gala su progenitora. Seguidamente, escucho con mucha atención la explicación, tratando de retener cada detalle. Acto seguido tomó los frasquitos.
—Una cosa más...— Intervino mientras buscaba un lugar seguro entre las cosas de su portaarmas para guardar el sedante. —¿Podrías darme una jeringa o algo para administrarla, por favor?— De nuevo se empinó la taza en los labios con premura.
—Nada que ver— Contestó sin reparo a la pregunta desafiante. —No iba a asumir que sabías que ella es mi mamá. Es todo.— Echó un largo sorbo de café, con cuidado de no quemarse. Una vez lo probara, ni se daría cuenta de que no tenía azúcar; probablemente disfrutaba más el aroma y el calor que le brindaba aquella bebida en las manos que ingiriéndola.
«Ni me lo digas...» Asintió con cortesía, dejando escapar una pequeña sonrisa cuando trajo a colación la destreza de verbo de la que hacía gala su progenitora. Seguidamente, escucho con mucha atención la explicación, tratando de retener cada detalle. Acto seguido tomó los frasquitos.
—Una cosa más...— Intervino mientras buscaba un lugar seguro entre las cosas de su portaarmas para guardar el sedante. —¿Podrías darme una jeringa o algo para administrarla, por favor?— De nuevo se empinó la taza en los labios con premura.
— Hablo « Pienso »
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