26/07/2019, 17:36
—Cuente con eso, Karaga-san— Así le daba su palabra de que devolvería el medicamento que no fuera a usar. —Muchas gracias.— Se despedía con una pequeña reverencia en señal de respeto, marchándose de su consultorio y buscando el camino que lo llevaría de nuevo a las calles de la aldea. Lo único que tenía en mente hasta encontrar la salida es que le debía una muy grande a su mamá.
Ahora, con un poco más de prisa, se disponía a regresar a su hogar para hacer los últimos preparativos antes de viajar a la localidad señalada en el pergamino. Sus pasos lo condujeron nuevamente al distrito comercial, posiblemente con mayor movimiento de gente a esas horas de la mañana. Curiosamente, pese a la inseguridad de la que todos hablan, el muchacho nunca había sufrido ningún percance desde que vive allí.
Su abuela lo vio entrar a la casa nuevamente con cara extrañada hasta que Kouji empezó a contarle lo que le había sucedido esa mañana. Sin perder tiempo durante la conversación, se dispuso a buscar una brújula y un mapa en su habitación, aquellos que solía usar su padre para orientarse por el país cuando ambos tenían que visitar algún sitio de interés. Dichos instrumentos encontraron sitio en su portaarmas, que para ese momento albergaba 5 shuriken, los frascos con sedante, el pergamino de la misión, la brújula y el mapa. Pensó que en esa ocasión el Baikunai sería innecesario y prefirió dejarlo.
—Un perro que habla ¡Todavía no me lo creo!— Entre otras cosas… le explicó a la madre de Naobu de qué iba el encargo que le asignaron y que tendría que visitar una localidad apartada, que posiblemente se quedaría algunos días allá mientras completaba la misión. Mientras tanto, Kouji en la cocina registraba el refrigerador en busca de algunas provisiones que pudieran servirle durante su viaje. Dos porciones de ramen instantáneo, algunas raciones de arroz frío con croquetas de calabaza y tres pescados asados del día anterior; los puso a resguardo junto a una botella de agua en un morral pequeño de plástico impermeable que cargaría a sus espaldas. Ya estaba listo para partir.
Se despidió de su abuela por segunda vez ese día y, ahora sí, se dispuso a ir hacia la entrada este de la aldea. En ese lugar, alinearía el norte del mapa con ayuda de la brújula, para así deducir en qué dirección echaría a andar continuación, con la intención de toparse con El Túnel posteriormente. No era un camino nuevo para él, sin embargo, siempre se aseguraba de mantenerse en el mismo sentido. Por lo monótono de algunos tramos, un descuido podría hacerlo perderse.
Ahora, con un poco más de prisa, se disponía a regresar a su hogar para hacer los últimos preparativos antes de viajar a la localidad señalada en el pergamino. Sus pasos lo condujeron nuevamente al distrito comercial, posiblemente con mayor movimiento de gente a esas horas de la mañana. Curiosamente, pese a la inseguridad de la que todos hablan, el muchacho nunca había sufrido ningún percance desde que vive allí.
Su abuela lo vio entrar a la casa nuevamente con cara extrañada hasta que Kouji empezó a contarle lo que le había sucedido esa mañana. Sin perder tiempo durante la conversación, se dispuso a buscar una brújula y un mapa en su habitación, aquellos que solía usar su padre para orientarse por el país cuando ambos tenían que visitar algún sitio de interés. Dichos instrumentos encontraron sitio en su portaarmas, que para ese momento albergaba 5 shuriken, los frascos con sedante, el pergamino de la misión, la brújula y el mapa. Pensó que en esa ocasión el Baikunai sería innecesario y prefirió dejarlo.
—Un perro que habla ¡Todavía no me lo creo!— Entre otras cosas… le explicó a la madre de Naobu de qué iba el encargo que le asignaron y que tendría que visitar una localidad apartada, que posiblemente se quedaría algunos días allá mientras completaba la misión. Mientras tanto, Kouji en la cocina registraba el refrigerador en busca de algunas provisiones que pudieran servirle durante su viaje. Dos porciones de ramen instantáneo, algunas raciones de arroz frío con croquetas de calabaza y tres pescados asados del día anterior; los puso a resguardo junto a una botella de agua en un morral pequeño de plástico impermeable que cargaría a sus espaldas. Ya estaba listo para partir.
Se despidió de su abuela por segunda vez ese día y, ahora sí, se dispuso a ir hacia la entrada este de la aldea. En ese lugar, alinearía el norte del mapa con ayuda de la brújula, para así deducir en qué dirección echaría a andar continuación, con la intención de toparse con El Túnel posteriormente. No era un camino nuevo para él, sin embargo, siempre se aseguraba de mantenerse en el mismo sentido. Por lo monótono de algunos tramos, un descuido podría hacerlo perderse.
— Hablo « Pienso »
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