5/08/2019, 21:57
—También he de demostrarte cuánto he mejorado, Rōga-san.
Ranko ya sonaba a la chica decidida en combate, aquella que se concentra en cada golpe y deja la pena atrás. Después de hacer el Sello de Confrontación y dedicarle una breve reverencia a su contrincante, adoptó la postura del Conejo Blanco, tal vez Rōga la recordaría: pierna izquierda hacia adelante, brazo izquierdo flexionado y paralelo al suelo, pierna derecha flexionada, brazo derecho haciendo un ángulo de 90° apuntando al cielo.
El viento agitaba el abundante cabello de Ranko cual cortina mística. Sentía tan raro no tener su típica trenza.
"¿Qué recuerdo del estilo de Rōga-san? Raiton, por supuesto. Es rápido y pega fuerte, como Yota-san. Su estilo es extrañamente defensivo… práctico, diría yo. Recuerdo que tomó y aferró mi pierna. ¿Cómo puedo atacar ante eso? ¿Qué puedo hacer para derribarlo antes de que él me derribe a mí?"
La mirada del Amejin cambió. Parecía que iría en serio contra la Kusajin. Komachi notó esto, y se inclinó hacia adelante, lista para ver qué tan lejos había llegado su hija hasta el momento. Ranko se emocionó.
—¿Listos? —Kuumi alzó el brazo derecho y miró a ambos. Luego lo bajó velozmente —. ¡Peleen! —Acto seguido dio un fuerte salto hacia atrás para apartarse del campo de batalla y reunirse con sus padres.
Ranko no perdió tiempo en demostrar una técnica que no tenía en su batalla en Unraikyo. Flexionó las rodillas y se lanzó con un potente salto hacia Rōga, dejando tras de sí una gran nube de arena gracias a la fuerza del movimiento.
—¡Hitoshin !
El salto le haría aterrizar a la derecha del chico, tal vez a menos de medio metro de él, así que la kunoichi intentaría asestarle una patada con la diestra, dirigida a las piernas del peliazul con un movimiento giratorio. Al caer en la arena, si nada se lo impedía, Ranko usaría la fuerza del giro para dar vuelta y lanzar una segunda patada, con la siniestra, intentando golpear el costado o el vientre de Rōga.
Intentaba evitar lanzar un ataque cien por ciento directo, y así no ser apresada en las garras del Lobo. Estaba ansiosa de ver cómo reaccionaría el chico.
Ranko ya sonaba a la chica decidida en combate, aquella que se concentra en cada golpe y deja la pena atrás. Después de hacer el Sello de Confrontación y dedicarle una breve reverencia a su contrincante, adoptó la postura del Conejo Blanco, tal vez Rōga la recordaría: pierna izquierda hacia adelante, brazo izquierdo flexionado y paralelo al suelo, pierna derecha flexionada, brazo derecho haciendo un ángulo de 90° apuntando al cielo.
El viento agitaba el abundante cabello de Ranko cual cortina mística. Sentía tan raro no tener su típica trenza.
"¿Qué recuerdo del estilo de Rōga-san? Raiton, por supuesto. Es rápido y pega fuerte, como Yota-san. Su estilo es extrañamente defensivo… práctico, diría yo. Recuerdo que tomó y aferró mi pierna. ¿Cómo puedo atacar ante eso? ¿Qué puedo hacer para derribarlo antes de que él me derribe a mí?"
La mirada del Amejin cambió. Parecía que iría en serio contra la Kusajin. Komachi notó esto, y se inclinó hacia adelante, lista para ver qué tan lejos había llegado su hija hasta el momento. Ranko se emocionó.
—¿Listos? —Kuumi alzó el brazo derecho y miró a ambos. Luego lo bajó velozmente —. ¡Peleen! —Acto seguido dio un fuerte salto hacia atrás para apartarse del campo de batalla y reunirse con sus padres.
Ranko no perdió tiempo en demostrar una técnica que no tenía en su batalla en Unraikyo. Flexionó las rodillas y se lanzó con un potente salto hacia Rōga, dejando tras de sí una gran nube de arena gracias a la fuerza del movimiento.
—¡Hitoshin !
El salto le haría aterrizar a la derecha del chico, tal vez a menos de medio metro de él, así que la kunoichi intentaría asestarle una patada con la diestra, dirigida a las piernas del peliazul con un movimiento giratorio. Al caer en la arena, si nada se lo impedía, Ranko usaría la fuerza del giro para dar vuelta y lanzar una segunda patada, con la siniestra, intentando golpear el costado o el vientre de Rōga.
Intentaba evitar lanzar un ataque cien por ciento directo, y así no ser apresada en las garras del Lobo. Estaba ansiosa de ver cómo reaccionaría el chico.
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