10/08/2019, 17:58
(Última modificación: 10/08/2019, 17:58 por Aotsuki Ayame.)
Volvía a sentir aquel asfixiante calor húmedo que perlaba toda su piel de sudor, pero en aquellos momentos cualquier cosa le parecía un paraíso en comparación a la opresiva atmósfera que había estado respirando allí abajo, entre aquellas escambrosas ruinas que escondían tan celosamente sus secretos.
—¡Eh, Ayame! ¿No pensarías que te ibas a librar de mí tan fácilmente, no?
La voz de Yota a su espalda la sobresaltó, y la muchacha se volvió hacia él con un brinco. Y cuando volvió a fijar sus sorprendidos ojos en él, sus iris volvían a ser de aquel expresivo color castaño al que la luz del sol arrancaba algunos tímidos destellos verdosos.
—Sí que nos necesitas —añadió la monstruosa araña sobre la que iba montado—. ¿O acaso piensas enfrentar los Generales tu sola?
Ayame abrió y cerró la boca varias veces, sin saber muy bien qué decir o por dónde empezar.
—Y... Yota-san... —balbuceó, y su voz tembló como un cascabel. La kunoichi desvió la mirada varias veces, como si sus ojos no tuvieran muy claro dónde posarse. Y entonces, de un segundo a otro, torció el cuerpo en una brusca reverencia—. ¡Lo... lo siento mucho, Yota-san!
—¡Eh, Ayame! ¿No pensarías que te ibas a librar de mí tan fácilmente, no?
La voz de Yota a su espalda la sobresaltó, y la muchacha se volvió hacia él con un brinco. Y cuando volvió a fijar sus sorprendidos ojos en él, sus iris volvían a ser de aquel expresivo color castaño al que la luz del sol arrancaba algunos tímidos destellos verdosos.
—Sí que nos necesitas —añadió la monstruosa araña sobre la que iba montado—. ¿O acaso piensas enfrentar los Generales tu sola?
Ayame abrió y cerró la boca varias veces, sin saber muy bien qué decir o por dónde empezar.
—Y... Yota-san... —balbuceó, y su voz tembló como un cascabel. La kunoichi desvió la mirada varias veces, como si sus ojos no tuvieran muy claro dónde posarse. Y entonces, de un segundo a otro, torció el cuerpo en una brusca reverencia—. ¡Lo... lo siento mucho, Yota-san!