14/08/2019, 16:45
La Uzujin estuvo de acuerdo con dejar la visita al resto de las instalaciones para después, e ir a las termas primero. Mei se alistó de nuevo, y Ranko, con un juego de toallas para cada una en brazos, la siguió por las escaleras hacia el área de baños de mujeres.
El calor de las termas se hizo sentir con suavidad apenas entraron a la zona. El vapor parecía purificar los pulmones, y la roca, limpiar los pies de las chicas. Ya descalza, Ranko dio un par de pasos hacia el área.
—¿A cuál? —repitió, pasando su vista por las tres —. Mmm… T-tal vez podríamos comenzar por… por la más cercana… Si Mei-san está de acuerdo, claro.
Afortunadamente, y tal como había previsto Mei hacía varias horas, en el restaurante, no había gente alguna en el área en el que estaban, lo que relajó bastante a Ranko. Sin embargo, hubo algo que le hizo retomar su máscara ruborizada y un ligero temblor en las manos. Ranko caminó con cuidado hacia las aguas más cercanas, y vio que a lo largo de las paredes de madera había variedad de ganchos y repisas.
"Pero si ya dejamos nuestras cosas allá atrás, ¿Por qué ponen…? Oh. OH. Son para las toallas y batas. SON PARA LAS TOALLAS."
Había unos buenos cinco metros entre la pared y el estanque más cercano. Cinco larguísimos metros que tendría que cruzar sin la bata blanca que la protegía de los orbes esmeraldas de Mei. Tragó saliva cual píldora suicida. Se acercó con suma lentitud a la pared y colocó ambos juegos de toallas sobre una repisa, tan delicadamente como si fuesen de cristal. Apretó el borde de su bata, cerca del cuello, con fuerza, como si se ajustara un moño invisible.
—¿M-M-Mei-san? —Su voz temblaba tanto que parecía que lloraría de nuevo. Su rostro estaba tan rojo que daba la impresión de haber estado ya en las termas por cinco horas —. ¿P-podría…? ¿Podría c-cerrar l-lo-los o… los ojos? ¿P-por f-f-favor?
El calor de las termas se hizo sentir con suavidad apenas entraron a la zona. El vapor parecía purificar los pulmones, y la roca, limpiar los pies de las chicas. Ya descalza, Ranko dio un par de pasos hacia el área.
—¿A cuál? —repitió, pasando su vista por las tres —. Mmm… T-tal vez podríamos comenzar por… por la más cercana… Si Mei-san está de acuerdo, claro.
Afortunadamente, y tal como había previsto Mei hacía varias horas, en el restaurante, no había gente alguna en el área en el que estaban, lo que relajó bastante a Ranko. Sin embargo, hubo algo que le hizo retomar su máscara ruborizada y un ligero temblor en las manos. Ranko caminó con cuidado hacia las aguas más cercanas, y vio que a lo largo de las paredes de madera había variedad de ganchos y repisas.
"Pero si ya dejamos nuestras cosas allá atrás, ¿Por qué ponen…? Oh. OH. Son para las toallas y batas. SON PARA LAS TOALLAS."
Había unos buenos cinco metros entre la pared y el estanque más cercano. Cinco larguísimos metros que tendría que cruzar sin la bata blanca que la protegía de los orbes esmeraldas de Mei. Tragó saliva cual píldora suicida. Se acercó con suma lentitud a la pared y colocó ambos juegos de toallas sobre una repisa, tan delicadamente como si fuesen de cristal. Apretó el borde de su bata, cerca del cuello, con fuerza, como si se ajustara un moño invisible.
—¿M-M-Mei-san? —Su voz temblaba tanto que parecía que lloraría de nuevo. Su rostro estaba tan rojo que daba la impresión de haber estado ya en las termas por cinco horas —. ¿P-podría…? ¿Podría c-cerrar l-lo-los o… los ojos? ¿P-por f-f-favor?
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