19/11/2015, 20:28
- En esta ciudad hay un gran museo de armas de todos los tiempos, ¿Sabes? - le informó su hermana, en otro intento de establecer una conversación.
- Me alegro - contestó Juro, secamente.
- Algún día tendrás que perdonarme... - murmuró Katsue, encogida de hombros.
- Claro, algún día...
Los hermanos Eikyu se encontraban en el país del fuego, más concretamente, en Taikarune, una ciudad naval con grandes casas de madera, que Juro nunca había visto. La perspectiva del museo también se le hacía interesante, pero claro, no iba a admitirlo. Estaba en guerra con su hermana.
"Se lo ha buscado ella. Que no hubiese estado de viaje el día de mi cumpleaños..." - bufó Juro, para si mismo.
- Mira, voy a encargarme de unas cosas. Nos vemos dentro de un par de horas por esta zona. ¿Vale? - preguntó su hermana, con seriedad -Ve a ver el museo de armas, lo estas deseando.
- Esta bien... - soltó, tratando de no ceder en su empeño de no mostrar ni un solo sentimiento, a pesar de sorprenderse por la adivinación de su hermana.
Juro no pensaba dejar que Katsue le arruinase el día. Después de que volviese - tres días después de su cumpleaños, cabe decir - venía con la notiicia de que tendría que partir otra vez. Así que ahí estaban, Juro no pensaba desaprovechar la oportunidad de ver mundo. En especial, de un lugar así.
"Por fin puedo visitar mejor el país del fuego. He oido hablar mucho de este museo. Me muero de ganas de verlo por mi mismo" - murmuró, felizmente.
Se atrevió a adentrarse por las calles, sin ningun tipo de orientación, tratando de buscar el sendero al museo. Había mucha gente, pero todas las personas se mezclaban y no dejaban ningun sendero claro a seguir. Juro trato de controlarse, y fue a parar al primer camino que vio, rezando silenciosamente para que este desenbocase en el camino que le llevase hasta el gran museo ¿Que otras opciones tenía?
Se echó a caminar, tratando de pasar sin chocarse con nadie. Después de todo, se decía que la fortuna ayudaba a los osados.
- Me alegro - contestó Juro, secamente.
- Algún día tendrás que perdonarme... - murmuró Katsue, encogida de hombros.
- Claro, algún día...
Los hermanos Eikyu se encontraban en el país del fuego, más concretamente, en Taikarune, una ciudad naval con grandes casas de madera, que Juro nunca había visto. La perspectiva del museo también se le hacía interesante, pero claro, no iba a admitirlo. Estaba en guerra con su hermana.
"Se lo ha buscado ella. Que no hubiese estado de viaje el día de mi cumpleaños..." - bufó Juro, para si mismo.
- Mira, voy a encargarme de unas cosas. Nos vemos dentro de un par de horas por esta zona. ¿Vale? - preguntó su hermana, con seriedad -Ve a ver el museo de armas, lo estas deseando.
- Esta bien... - soltó, tratando de no ceder en su empeño de no mostrar ni un solo sentimiento, a pesar de sorprenderse por la adivinación de su hermana.
Juro no pensaba dejar que Katsue le arruinase el día. Después de que volviese - tres días después de su cumpleaños, cabe decir - venía con la notiicia de que tendría que partir otra vez. Así que ahí estaban, Juro no pensaba desaprovechar la oportunidad de ver mundo. En especial, de un lugar así.
"Por fin puedo visitar mejor el país del fuego. He oido hablar mucho de este museo. Me muero de ganas de verlo por mi mismo" - murmuró, felizmente.
Se atrevió a adentrarse por las calles, sin ningun tipo de orientación, tratando de buscar el sendero al museo. Había mucha gente, pero todas las personas se mezclaban y no dejaban ningun sendero claro a seguir. Juro trato de controlarse, y fue a parar al primer camino que vio, rezando silenciosamente para que este desenbocase en el camino que le llevase hasta el gran museo ¿Que otras opciones tenía?
Se echó a caminar, tratando de pasar sin chocarse con nadie. Después de todo, se decía que la fortuna ayudaba a los osados.