27/08/2019, 21:48
Mei se acercó a Ranko, obligándole a hacer resurgir su cabeza, hasta los hombros, para evitar ahogarse debido al movimiento del agua. La Kusajin siguió con la mirada baja, intentando evitar a toda costa mirar a su amiga.
—¿¿Y-ya?? P-pero a-acabamos d-d-de llegar… ¿No sería mejor… ahm… d-disfrutar éstas primero? ¿Y… Y… e... ir en u-un rato…?
Intentó defenderse de la chica, moviendo los brazos frente a sí, pero Mei la tomó de una mano, y entrelazó sus dedos. Al sentirlo, Ranko alzó el rostro y vio a Mei sin querer. Había imaginado cómo reaccionaría: la belleza de Mei la aturdiría y haría estallar sus mejillas del rubor. No podría apartar sus ojos de su piel, y posiblemente moriría, derritiéndose y haciéndose una con el agua.
Pero eso no pasó. Sólo la vio. Claro, era una chica hermosa, y la vista de Ranko paseó naturalmente por su cuerpo, antes de anclarse en los orbes esmeraldas de Mei. Pero por lo demás, tal como había dicho la Uzujin, no hubo nada por lo que estar avergonzada. Sus mejillas no se sonrojaron en exceso, y sus manos no temblaron de más. Ranko no supo exactamente por qué, pero dejó de sentir pena por un instante.
—Sí. Está bien.
Ranko se dejó llevar por la mano de Mei, y pronto ambas estuvieron fuera de las termas. Ranko soltó un suspiro audible. Sentía a la pena regresar, pero su voluntad, y la emoción del momento, la mantenían a raya.
"Mei-san estaba en lo cierto. Creo que es su actitud. Es asertiva, pero nada egocéntrica —no como otras —, y me hace sentir siempre cómoda. Bueno, no siempre… ¡Pero siento que me ha alentado mucho en el poco tiempo que llevamos de conocernos! Es tan relajante estar con ella. Es como si… como si estuviera desnuda y me llevara desnuda a una piscina con OTRAS PERSONAS DESNUDAS. ¡AAAAAAAH!"
La pena se inflamó de nuevo en su interior y Ranko se soltó de la mano de Mei.
"No, Ranko. ¿Qué haces? Recuerda, no hay nada de qué preocuparse. ¡Todo está bien! Todo está bien, todo está…"
—S-sólo quiero tomar mi bata. P-por favor. —dijo con voz queda encontrando lo que supuso era una solución, pero en realidad solamente atrasaba lo inevitable. Si nada se lo impedía, iría de vuelta a las perchas de la pared y se pondría su bata de nuevo.
"Todo está bien.
—¿¿Y-ya?? P-pero a-acabamos d-d-de llegar… ¿No sería mejor… ahm… d-disfrutar éstas primero? ¿Y… Y… e... ir en u-un rato…?
Intentó defenderse de la chica, moviendo los brazos frente a sí, pero Mei la tomó de una mano, y entrelazó sus dedos. Al sentirlo, Ranko alzó el rostro y vio a Mei sin querer. Había imaginado cómo reaccionaría: la belleza de Mei la aturdiría y haría estallar sus mejillas del rubor. No podría apartar sus ojos de su piel, y posiblemente moriría, derritiéndose y haciéndose una con el agua.
Pero eso no pasó. Sólo la vio. Claro, era una chica hermosa, y la vista de Ranko paseó naturalmente por su cuerpo, antes de anclarse en los orbes esmeraldas de Mei. Pero por lo demás, tal como había dicho la Uzujin, no hubo nada por lo que estar avergonzada. Sus mejillas no se sonrojaron en exceso, y sus manos no temblaron de más. Ranko no supo exactamente por qué, pero dejó de sentir pena por un instante.
—Sí. Está bien.
Ranko se dejó llevar por la mano de Mei, y pronto ambas estuvieron fuera de las termas. Ranko soltó un suspiro audible. Sentía a la pena regresar, pero su voluntad, y la emoción del momento, la mantenían a raya.
"Mei-san estaba en lo cierto. Creo que es su actitud. Es asertiva, pero nada egocéntrica —no como otras —, y me hace sentir siempre cómoda. Bueno, no siempre… ¡Pero siento que me ha alentado mucho en el poco tiempo que llevamos de conocernos! Es tan relajante estar con ella. Es como si… como si estuviera desnuda y me llevara desnuda a una piscina con OTRAS PERSONAS DESNUDAS. ¡AAAAAAAH!"
La pena se inflamó de nuevo en su interior y Ranko se soltó de la mano de Mei.
"No, Ranko. ¿Qué haces? Recuerda, no hay nada de qué preocuparse. ¡Todo está bien! Todo está bien, todo está…"
—S-sólo quiero tomar mi bata. P-por favor. —dijo con voz queda encontrando lo que supuso era una solución, pero en realidad solamente atrasaba lo inevitable. Si nada se lo impedía, iría de vuelta a las perchas de la pared y se pondría su bata de nuevo.
"Todo está bien.
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