30/08/2019, 11:43
(Última modificación: 30/08/2019, 11:44 por Uchiha Akame.)
«No estaban solas... Mierda», maldijo para sus adentros el Uchiha. Por si dos kunoichis criminales y entrenadas fuesen poco —Akame era consciente de que había sido capaz de dejarlas fuera de combate tan rápido gracias a Rōga y al elemento sorpresa, estando seguro de que en un combate abierto y prolongado, la situación habría sido mucho más complicada—, ahora cabía esperar la posibilidad de que se presentaran más enemigos. Casi como una respuesta del Cosmos a sus divagaciones, el joven King apareció por la puerta asegurando que tenían visita. «¿Con fuego en las manos? ¿Qué clase de enemigo se anunciaría de esa manera?», se dijo Akame. «Quizás uno que no esperara encontrar resistencia», respondió a sí mismo un poco después.
Cuando sus manos sintieron a la kunoichi revolverse, el Uchiha no dudó. Con un rápido movimiento de diestra le abrió el gaznate a la muchacha usando el mismo kunai que ya estaba manchado con su sangre. Un corte limpio y eficaz que acabaría con el sufrimiento de Kuroko. Luego, el antiguo jōnin limpió su arma en las ropas de ésta, le quitó las esposas para guardarlas en el portaobjetos de la cintura, y se aprestó a tomar posiciones junto a la puerta de entrada, desde donde pudiera ver aquella luz titilante que se les acercaba. En susurros apremió a Rōga a hacer lo mismo.
—En posición, Rōga-san. Nuestros enemigos no estaban solos, y quizá esa sea otra persona que viene a terminar el trabajo.
«¿No ha sido capaz de percibirla?»
Aquello dejó al Kage Bunshin un tanto fuera de juego. Rápidamente, como lo hubiera hecho el Akame original, trató de pensar en todas las explicaciones posibles; las listó mentalmente y empezó a reflexionar desde la más simple y probable. Luego pasó a la siguiente, luego...
¡Zas!
Akame se echó a un lado de un rápido salto, justo a tiempo para que el severo bastón de aquella anciana no le diera un golpetazo en el costalar. «¡Demonios! Este vejestorio sabe pelear», bufó para sus adentros la copia. Aunque la Duodécima no era ninja ni tenía claramente un adiestramiento marcial, Akame sabía que no podía subestimarla —"no hay enemigo pequeño"—. Aun así, no quería herir a la anciana ni a ninguna de sus acólitas; lo mejor que podía hacer era seguir con su estrategia de distracción.
—Nadie tiene que resultar herido, anciana. ¡Déjese de broncas!
Sin embargo, en ese momento sus ojos captaron un movimiento en los bambúes, al fondo de la escena. La pequeña e irritante Kyoko aprovechaba el súbito caos para escabullirse entre las sombras. «¿Va hacia... la montaña? ... No sé qué pinta esa condenada niña en todo esto, pero va hacia la montaña. ¿Irá en busca de Okawa?» Demasiados interrogantes y muy pocas respuestas. Aunque, a una de las preguntas, Akame sí creía poder responder; «es un clon. Esa es un maldito clon. ¿Kyoko es kunoichi?» De haber sabido lo que su original sabía —que las gemelas de la yakuza no trabajaban solas— quizás habría salido a la carrera tras la joven mesera...
El otro Kage Bunshin emitió un suspiro de alivio cuando Kiyoshi les mostró otro de sus escondites. «Es parco y sucio, y huele como mil demonios, pero servirá hasta que la tormenta amaine», quiso creer Akame. Sin embargo, fue el propio hedor de aquello lo que le llamó la atención; y después de mandar a Okawa callar con un severo gesto de su mano, se volvió hacia el huérfano.
—¿Qué es esto, Kiyoshi-san? ¿Material para tus petardos? —el Uchiha lanzó una mirada suspicaz a su alrededor—. Como sea, hay que guarecerse, y rápido. Okawa, venga, huele como el culo de un Oni pero es lo único que tenemos. Yo vigilaré desde fuera.
Si la conversación acababa de forma satisfactoria en ese punto, el clon buscaría algún bambú cercano al que subirse para poder otear los alrededores.
Cuando sus manos sintieron a la kunoichi revolverse, el Uchiha no dudó. Con un rápido movimiento de diestra le abrió el gaznate a la muchacha usando el mismo kunai que ya estaba manchado con su sangre. Un corte limpio y eficaz que acabaría con el sufrimiento de Kuroko. Luego, el antiguo jōnin limpió su arma en las ropas de ésta, le quitó las esposas para guardarlas en el portaobjetos de la cintura, y se aprestó a tomar posiciones junto a la puerta de entrada, desde donde pudiera ver aquella luz titilante que se les acercaba. En susurros apremió a Rōga a hacer lo mismo.
—En posición, Rōga-san. Nuestros enemigos no estaban solos, y quizá esa sea otra persona que viene a terminar el trabajo.
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«¿No ha sido capaz de percibirla?»
Aquello dejó al Kage Bunshin un tanto fuera de juego. Rápidamente, como lo hubiera hecho el Akame original, trató de pensar en todas las explicaciones posibles; las listó mentalmente y empezó a reflexionar desde la más simple y probable. Luego pasó a la siguiente, luego...
¡Zas!
Akame se echó a un lado de un rápido salto, justo a tiempo para que el severo bastón de aquella anciana no le diera un golpetazo en el costalar. «¡Demonios! Este vejestorio sabe pelear», bufó para sus adentros la copia. Aunque la Duodécima no era ninja ni tenía claramente un adiestramiento marcial, Akame sabía que no podía subestimarla —"no hay enemigo pequeño"—. Aun así, no quería herir a la anciana ni a ninguna de sus acólitas; lo mejor que podía hacer era seguir con su estrategia de distracción.
—Nadie tiene que resultar herido, anciana. ¡Déjese de broncas!
Sin embargo, en ese momento sus ojos captaron un movimiento en los bambúes, al fondo de la escena. La pequeña e irritante Kyoko aprovechaba el súbito caos para escabullirse entre las sombras. «¿Va hacia... la montaña? ... No sé qué pinta esa condenada niña en todo esto, pero va hacia la montaña. ¿Irá en busca de Okawa?» Demasiados interrogantes y muy pocas respuestas. Aunque, a una de las preguntas, Akame sí creía poder responder; «es un clon. Esa es un maldito clon. ¿Kyoko es kunoichi?» De haber sabido lo que su original sabía —que las gemelas de la yakuza no trabajaban solas— quizás habría salido a la carrera tras la joven mesera...
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El otro Kage Bunshin emitió un suspiro de alivio cuando Kiyoshi les mostró otro de sus escondites. «Es parco y sucio, y huele como mil demonios, pero servirá hasta que la tormenta amaine», quiso creer Akame. Sin embargo, fue el propio hedor de aquello lo que le llamó la atención; y después de mandar a Okawa callar con un severo gesto de su mano, se volvió hacia el huérfano.
—¿Qué es esto, Kiyoshi-san? ¿Material para tus petardos? —el Uchiha lanzó una mirada suspicaz a su alrededor—. Como sea, hay que guarecerse, y rápido. Okawa, venga, huele como el culo de un Oni pero es lo único que tenemos. Yo vigilaré desde fuera.
Si la conversación acababa de forma satisfactoria en ese punto, el clon buscaría algún bambú cercano al que subirse para poder otear los alrededores.