2/09/2019, 23:01
Y allí estaba, en la rivera de un rio de aguas claras y superficiales, el joven peliblanco. Estaba cubierto por un abrigo de lana gris y por un sombrero de paja que cubría del todo su bandana, aunque la espada que llevaba en la espalda era del todo visible. Se encontraba ensimismado en un libro y de vez en cuando arrojaba al rio algunas piedras, como para espantar a los peces que osaban detenerse en aquel tramo.
De alguna forma, parecía vigilar un grupo de peces tirados en la orilla pedregosa, junto a unas cestas de junco y otras manualidades hechas pedazos.
—A-Aquel es —gimoteo el hombre, señalando con su dedo—, aquel es el truhan que se ha apoderado del riachuelo.
De alguna forma, parecía vigilar un grupo de peces tirados en la orilla pedregosa, junto a unas cestas de junco y otras manualidades hechas pedazos.
—A-Aquel es —gimoteo el hombre, señalando con su dedo—, aquel es el truhan que se ha apoderado del riachuelo.