4/09/2019, 17:19
Mientras corría a lo que le daban las piernas tras la figura que iba escapando del lugar, Akame pudo intuir cómo Rōga ya se estaba enfrentando a la que quedaba en el sitio (presumiblemente, un Kage Bunshin). El Sharingan del Uchiha le reveló sin mayores complicaciones que su compañero estaba siendo atacado por un Genjutsu; sin embargo, el renegado hizo caso omiso de ello. «Es una técnica ilusoria muy simple, un genin debería ser capaz de contrarrestarla. Veremos ahora si tu habilidad como ninja está a la altura de tu gran boca, King Rōga.» Sin pensamiento alguno de acudir en ayuda del amejin —si no era capaz siquiera de superar un Genjutsu tan básico, ¿de qué utilidad era semejante aliado?—, Akame se centró en su propio combate.
La enemiga en huída —al acercarse lo suficiente pudo determinar que era una kunoichi de pelo rubio— era más lenta que él, o eso parecía. La mujer se dio cuenta también de esto, pues apenas Akame estuvo por darle alcance, se volteó y sus manos formaron una simple cadena de sellos. El Sharingan la leyó con facilidad y las manos de su dueño replicaron la secuencia con la certeza de que la balanza estaba inclinada a su favor. «Tú pierdes, socia.» Akame hinchó los carrillos y expulsó una tremenda ráfaga de aire a presión.
—¡Fūton! ¡Daitoppa!
El Kage Bunshin esbozó una mueca molesta cuando las otras dos ancianas decidieron participar de la conversación. «Estas viejas chismosas...» Para colmo de males, una de ellas le había reconocido; y a Akame ya le estaba quedando claro que tratar de mentir o andarse con evasivas no iba a servir de nada con la líder del Templo. Así pues, admitió sin tapujos la verdad, pero replicando también con la suya.
—Sí, fui yo. En ese momento no sabía de la historia de Okawa, sólo vi a una muchacha en peligro que me rogaba que la sacara de allí.
Cualquier escrutinio de la anciana no hallaría sino verdad en sus palabras. Sin embargo, las siguientes palabras de aquella mujer ciega le revelaron una verdad que al Uchiha le cogió totalmente a contrapie. «¿¡Muerta!? ¿¡Setenta años!? ¿Qué cojones...?» A ojos de Akame, la chamana no parecía estar mintiendo, incluso se la veía gravemente perturbada por semejante afirmación. Aun así, el Kage Bunshin no se movió de su sitio; ahora ya no sólo tenía que seguir ganando tiempo, sino intentar averiguar qué demonios era lo que se estaba cociendo con la vieja-niña que supuestamente había vuelto de entre los muertos.
—No es ninguna treta, señoras. Ustedes saben ver la verdad en la gente, ¿no? Pues entonces entienden que digo la verdad. Hay gato encerrado en todo esto y presiento que un gran mal se cierne sobre la joven Okawa... ¡Decidme, ancianas, y rápido! ¿Quién era esta Enma Kyōko, y por qué una niña con conocimientos de Ninjutsu usa su nombre? —Akame iba lanzando preguntas conforme se le iban ocurriendo—. ¿Quién era esa mujer?
—Okawa, ya te he dicho que debes confiar en m...
Las palabras se le helaron en la boca al Kage Bunshin. Acababa de percibir, inequívocamente, cómo uno de los otros dos Akame acababa de gastar una cantidad de chakra sustancial; propia de un jutsu ofensivo. «Así que la pelea no ha terminado... Mierda. Y ahora, ¿qué cojones hago? Estamos aquí esperando en un maldito almacén de pólvora, en cualquier momento algo podría salir mal y estaríamos en una trampa mortal. ¿Qué hago, qué hago, qué hago...?»
Fue entonces cuando Akame tomó una decisión.
—Vamos, arriba, Okawa. Y tú también, Kiyoshi. Proseguiremos durante la noche hasta la Ribera del Sur; deberíamos llegar antes del amanecer. Una vez allí... Descansaremos, y veremos qué podemos hacer.
La enemiga en huída —al acercarse lo suficiente pudo determinar que era una kunoichi de pelo rubio— era más lenta que él, o eso parecía. La mujer se dio cuenta también de esto, pues apenas Akame estuvo por darle alcance, se volteó y sus manos formaron una simple cadena de sellos. El Sharingan la leyó con facilidad y las manos de su dueño replicaron la secuencia con la certeza de que la balanza estaba inclinada a su favor. «Tú pierdes, socia.» Akame hinchó los carrillos y expulsó una tremenda ráfaga de aire a presión.
—¡Fūton! ¡Daitoppa!
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El Kage Bunshin esbozó una mueca molesta cuando las otras dos ancianas decidieron participar de la conversación. «Estas viejas chismosas...» Para colmo de males, una de ellas le había reconocido; y a Akame ya le estaba quedando claro que tratar de mentir o andarse con evasivas no iba a servir de nada con la líder del Templo. Así pues, admitió sin tapujos la verdad, pero replicando también con la suya.
—Sí, fui yo. En ese momento no sabía de la historia de Okawa, sólo vi a una muchacha en peligro que me rogaba que la sacara de allí.
Cualquier escrutinio de la anciana no hallaría sino verdad en sus palabras. Sin embargo, las siguientes palabras de aquella mujer ciega le revelaron una verdad que al Uchiha le cogió totalmente a contrapie. «¿¡Muerta!? ¿¡Setenta años!? ¿Qué cojones...?» A ojos de Akame, la chamana no parecía estar mintiendo, incluso se la veía gravemente perturbada por semejante afirmación. Aun así, el Kage Bunshin no se movió de su sitio; ahora ya no sólo tenía que seguir ganando tiempo, sino intentar averiguar qué demonios era lo que se estaba cociendo con la vieja-niña que supuestamente había vuelto de entre los muertos.
—No es ninguna treta, señoras. Ustedes saben ver la verdad en la gente, ¿no? Pues entonces entienden que digo la verdad. Hay gato encerrado en todo esto y presiento que un gran mal se cierne sobre la joven Okawa... ¡Decidme, ancianas, y rápido! ¿Quién era esta Enma Kyōko, y por qué una niña con conocimientos de Ninjutsu usa su nombre? —Akame iba lanzando preguntas conforme se le iban ocurriendo—. ¿Quién era esa mujer?
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—Okawa, ya te he dicho que debes confiar en m...
Las palabras se le helaron en la boca al Kage Bunshin. Acababa de percibir, inequívocamente, cómo uno de los otros dos Akame acababa de gastar una cantidad de chakra sustancial; propia de un jutsu ofensivo. «Así que la pelea no ha terminado... Mierda. Y ahora, ¿qué cojones hago? Estamos aquí esperando en un maldito almacén de pólvora, en cualquier momento algo podría salir mal y estaríamos en una trampa mortal. ¿Qué hago, qué hago, qué hago...?»
Fue entonces cuando Akame tomó una decisión.
—Vamos, arriba, Okawa. Y tú también, Kiyoshi. Proseguiremos durante la noche hasta la Ribera del Sur; deberíamos llegar antes del amanecer. Una vez allí... Descansaremos, y veremos qué podemos hacer.