22/11/2015, 18:07
Las cosas parecían ir a mejor, pero el hecho de que hubiesen tablas en algunas ventanas era algo que le seguía dando vueltas en la cabeza a la pelirroja que seguía alerta. Al contrario de la Hyuuga, ella tenía cierta costumbre en cuanto a ese tipo de asuntos pero siempre había salido oliendo a rosas.
—Pues la verdad es que no entiendo por qué te evitan, eres una chica muy divertida—
- Dime... - Dijo la kunoichi pelirroja con cierta seriedad a la vez que giraba solamente su cabeza para mirar a la albina apenas asomando parte de la calavera por debajo de la capucha. - ¿Qué tan divertido te resultaría cruzarte una calavera en plena noche...? - Agregó al cabo de unos instantes la chica con ese tono frío que no le duró demasiado que echó una risa.
Su disfraz de 'la muerte' podría ser mejor si usase ropa más holgada debajo de la gabardina, después de todo, la silueta femenina la tenía marcada pese a no tener demasiado busto y... La mirada de la pelirroja se centró en el pecho de la albina para llevarse la sorpresa de que tenía más que ella misma. ~ ¿Es que soy la única kunoichi plana...? ~ Se preguntó a si misma la chica que no estaba nada conforme con su medida.
Luego de un simple instante de dedicar una mirada penetrante, la chica volvió su atención a la calle central donde todo el mundo seguía haciendo su vida normal.
—Pues la verdad es que no tengo ni idea, solo sé que debo de entregar una carta al alcalde—
Dijo la genin de Uzushio haciendo que la pelirroja volviese a la realidad. - ¿Eh...? ¿Dequémehablas? - Preguntó con un tonito inocente y elevando drásticamente la velocidad de su habla, al mismo tiempo en que se daba media vuelta para mirar a la chica cara a cara.
Así permaneció Ritsuko por un rato, mirando a la chica que la acompañaba algo extrañada, como si le hubiesen dicho algo completamente fuera de contexto. Luego de un rato logró recordar absolutamente todo lo vivido en esa ciudad, se había perdido solamente por ese momento en el que su atención se fue al tamaño de los bustos de ambas. - Ah... Yayaya, siestabaporallí - Indicó Ritsuko estando completamente segura de donde iba a guiar a la albina, por lo que simplemente continuó la marcha como si nunca hubiesen imaginado que alguien las podría haber atacado.
—Pues la verdad es que no entiendo por qué te evitan, eres una chica muy divertida—
- Dime... - Dijo la kunoichi pelirroja con cierta seriedad a la vez que giraba solamente su cabeza para mirar a la albina apenas asomando parte de la calavera por debajo de la capucha. - ¿Qué tan divertido te resultaría cruzarte una calavera en plena noche...? - Agregó al cabo de unos instantes la chica con ese tono frío que no le duró demasiado que echó una risa.
Su disfraz de 'la muerte' podría ser mejor si usase ropa más holgada debajo de la gabardina, después de todo, la silueta femenina la tenía marcada pese a no tener demasiado busto y... La mirada de la pelirroja se centró en el pecho de la albina para llevarse la sorpresa de que tenía más que ella misma. ~ ¿Es que soy la única kunoichi plana...? ~ Se preguntó a si misma la chica que no estaba nada conforme con su medida.
Luego de un simple instante de dedicar una mirada penetrante, la chica volvió su atención a la calle central donde todo el mundo seguía haciendo su vida normal.
—Pues la verdad es que no tengo ni idea, solo sé que debo de entregar una carta al alcalde—
Dijo la genin de Uzushio haciendo que la pelirroja volviese a la realidad. - ¿Eh...? ¿Dequémehablas? - Preguntó con un tonito inocente y elevando drásticamente la velocidad de su habla, al mismo tiempo en que se daba media vuelta para mirar a la chica cara a cara.
Así permaneció Ritsuko por un rato, mirando a la chica que la acompañaba algo extrañada, como si le hubiesen dicho algo completamente fuera de contexto. Luego de un rato logró recordar absolutamente todo lo vivido en esa ciudad, se había perdido solamente por ese momento en el que su atención se fue al tamaño de los bustos de ambas. - Ah... Yayaya, siestabaporallí - Indicó Ritsuko estando completamente segura de donde iba a guiar a la albina, por lo que simplemente continuó la marcha como si nunca hubiesen imaginado que alguien las podría haber atacado.