9/09/2019, 13:30
(Última modificación: 9/09/2019, 15:40 por Uchiha Akame. Editado 2 veces en total.)
«Tsk, me ha engañado como a un kusareño», se reprochó Akame cuando vio a su supuesta enemiga estallar como una caja de petardos al recibir su Ninjutsu. «Eso significa que Rōga-san está peleando contra la verdadera... Mierda. Tengo que volver, y rápido.» Ni corto ni perezoso, el Uchiha se dio media vuelta y echó a correr hacia la casucha en cuyos linderos se batían Rōga y la sicaria.
Cuando llegó vio un destello de luz —todavía no estaba lo suficientemente cerca como para que le afectase de lleno— que le obligó a entrecerrar los ojos y cubrirse la cara con una mano, seguido de una detonación y cortina de humo. Akame formó el sello del Carnero con su mano diestra y expulsó una ráfaga de aire contra la propia nube de humo, buscando disiparla para revelar la ubicación de su enemiga en la huída.
Conforme la anciana hablaba, Akame no podía sino escuchar, profundamente sorprendido y —por qué no decirlo— maravillado por la historia de aquella llamada La Undécima. Una kunoichi tan poderosa que conocía un jutsu capaz de prohibir cualquier uso del chakra, capaz de desterrar el conocimiento de Rikudō Sennin de sus dominios. Enma Kyōko, hastiada de los movimientos políticos de las Tres Grandes, siempre motivadas por el poder y la influencia sobre Oonindo, había decidido retirarse tal y como el Sabio de los Seis Caminos hubiese hecho en su tiempo; antes de que el Juubi le forzara a volver de su exilio autoimpuesto. El relato era tal que Akame no pudo sino imaginarse lo imponente de la figura de aquella mujer misteriosa, que incluso había cautivado a otros shinobi.
Estaba profundamente intrigado.
—¿Y cómo... Cómo pudo lograr algo semejante? —él conocía algunas técnicas y tecnologías que prevenían el uso de chakra por parte de los ninjas, pero nunca había oído algo tan increíble como purgar toda una montaña de aquella energía—. ¿Cómo era ella? La Undécima.
El Kage Bunshin rápidamente encaró a la recién llegada, de quien ignoraba la verdadera persona que parecía ser. Para él, ajeno al discurso de la Duodécima, esa niña era simplemente la molesta mesera de la posada. Aunque, claro, como a todo buen ninja veterano, Akame estaba alerta; «¿una muchacha sola, a estas horas de la noche, en mitad del bosque?» Hasta un estudiante de Academia habría podido oler el gato encerrado.
—¡Coño! Qué susto nos has dado. Pues sí, aquí estamos, admirando la flora y fauna nocturna. ¿Qué se te ofrece, niña? —replicó con cuanto disimulo fue capaz, que fue poco.
Sin embargo, fueron verdaderamente las palabras de Okawa las que dispararon todas sus alarmas. «¿No puede sentir su presencia? ¿Qué cojones?» El Kage Bunshin activó entonces su Sharingan para tratar de ahondar en aquel repentino misterio, y lo que vio fue...
Cuando llegó vio un destello de luz —todavía no estaba lo suficientemente cerca como para que le afectase de lleno— que le obligó a entrecerrar los ojos y cubrirse la cara con una mano, seguido de una detonación y cortina de humo. Akame formó el sello del Carnero con su mano diestra y expulsó una ráfaga de aire contra la propia nube de humo, buscando disiparla para revelar la ubicación de su enemiga en la huída.
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Conforme la anciana hablaba, Akame no podía sino escuchar, profundamente sorprendido y —por qué no decirlo— maravillado por la historia de aquella llamada La Undécima. Una kunoichi tan poderosa que conocía un jutsu capaz de prohibir cualquier uso del chakra, capaz de desterrar el conocimiento de Rikudō Sennin de sus dominios. Enma Kyōko, hastiada de los movimientos políticos de las Tres Grandes, siempre motivadas por el poder y la influencia sobre Oonindo, había decidido retirarse tal y como el Sabio de los Seis Caminos hubiese hecho en su tiempo; antes de que el Juubi le forzara a volver de su exilio autoimpuesto. El relato era tal que Akame no pudo sino imaginarse lo imponente de la figura de aquella mujer misteriosa, que incluso había cautivado a otros shinobi.
Estaba profundamente intrigado.
—¿Y cómo... Cómo pudo lograr algo semejante? —él conocía algunas técnicas y tecnologías que prevenían el uso de chakra por parte de los ninjas, pero nunca había oído algo tan increíble como purgar toda una montaña de aquella energía—. ¿Cómo era ella? La Undécima.
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El Kage Bunshin rápidamente encaró a la recién llegada, de quien ignoraba la verdadera persona que parecía ser. Para él, ajeno al discurso de la Duodécima, esa niña era simplemente la molesta mesera de la posada. Aunque, claro, como a todo buen ninja veterano, Akame estaba alerta; «¿una muchacha sola, a estas horas de la noche, en mitad del bosque?» Hasta un estudiante de Academia habría podido oler el gato encerrado.
—¡Coño! Qué susto nos has dado. Pues sí, aquí estamos, admirando la flora y fauna nocturna. ¿Qué se te ofrece, niña? —replicó con cuanto disimulo fue capaz, que fue poco.
Sin embargo, fueron verdaderamente las palabras de Okawa las que dispararon todas sus alarmas. «¿No puede sentir su presencia? ¿Qué cojones?» El Kage Bunshin activó entonces su Sharingan para tratar de ahondar en aquel repentino misterio, y lo que vio fue...