11/09/2019, 19:49
«¡Me cago en...!»
Un segundo demasiado tarde... Y la kunoichi había desaparecido. Con ella, una posible fuente de información que les llevara hasta los perseguidores de Okawa, aquella organización a la que una de las gemelas había hecho referencia. Una yakuza. Sin embargo, Akame quiso creer que el hecho de que hubiera salido por patas de allí implicaba que sus jefes se lo pensarían dos veces antes de volver a intentar alguna fechoría en Murasame. «¿No?»; eso esperaba él. «La otra opción es que en el siguiente intento manden al doble de gente con el doble de armas...» Sea como fuere, ellos dos habían terminado allí. La cuestión ahora era cómo encontrar a Okawa.
—¿Todo en su sitio, Rōga-san? —el exjōnin llamó la atención de su compañero desde lejos, queriendo verificar su estado—. Parece que se han retirado por ahora. Dejemos los cuerpos de la caseta donde están... Que les sirva de aviso a estos cabrones.
Akame se tomó unos momentos para recuperar el aliento; el plan les había salido a pedir de boca y dos de las tres enemigas habían sido eliminadas, pero la noche estaba lejos de terminar para ellos.
—Deberíamos volver a la cueva de Kiyoshi y empezar a rastrear desde ahí. Podría deshacer a mis Kage Bunshin para averiguar dónde se encuentran ahora, pero sería demasiado arriesgado.
El Kage Bunshin asintió varias veces ante lo que le contaban las ancianas. Sin duda, debía tratarse de una kunoichi realmente poderosa. Ávido de más información, Akame se arrojó a una pregunta un tanto atrevida.
—¿Y sería posible ir al Templo? Quiero comprobar de primera mano si ese jutsu de la Undécima funciona o no.
—¿Pero qué cojones...?
«¡Esta niña está totalmente vacía! ¿¡Cómo demonios es esto posible!?»
Akame se interpuso entre Kyōko y Okawa, tal y como esta última parecía estar rogándole sin decirlo. Pese a todo, él seguía conservando la calma, fiel a su estilo. Sin desviar la mirada de aquella niña sin una pizca de energía vital, el Kage Bunshin habló para su protegida.
—No te preocupes, Okawa. No va a pasar nada, tienes que tranquilizarte —entonces se dirigió a Kyōko—. Estoy seguro de que esta adorable muchachita tiene una explicación más que razonable para todo esto. Tú... ¿Quién eres? O mejor dicho... ¿Qué eres? Estás vacía por dentro, puedo verlo.
Un segundo demasiado tarde... Y la kunoichi había desaparecido. Con ella, una posible fuente de información que les llevara hasta los perseguidores de Okawa, aquella organización a la que una de las gemelas había hecho referencia. Una yakuza. Sin embargo, Akame quiso creer que el hecho de que hubiera salido por patas de allí implicaba que sus jefes se lo pensarían dos veces antes de volver a intentar alguna fechoría en Murasame. «¿No?»; eso esperaba él. «La otra opción es que en el siguiente intento manden al doble de gente con el doble de armas...» Sea como fuere, ellos dos habían terminado allí. La cuestión ahora era cómo encontrar a Okawa.
—¿Todo en su sitio, Rōga-san? —el exjōnin llamó la atención de su compañero desde lejos, queriendo verificar su estado—. Parece que se han retirado por ahora. Dejemos los cuerpos de la caseta donde están... Que les sirva de aviso a estos cabrones.
Akame se tomó unos momentos para recuperar el aliento; el plan les había salido a pedir de boca y dos de las tres enemigas habían sido eliminadas, pero la noche estaba lejos de terminar para ellos.
—Deberíamos volver a la cueva de Kiyoshi y empezar a rastrear desde ahí. Podría deshacer a mis Kage Bunshin para averiguar dónde se encuentran ahora, pero sería demasiado arriesgado.
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El Kage Bunshin asintió varias veces ante lo que le contaban las ancianas. Sin duda, debía tratarse de una kunoichi realmente poderosa. Ávido de más información, Akame se arrojó a una pregunta un tanto atrevida.
—¿Y sería posible ir al Templo? Quiero comprobar de primera mano si ese jutsu de la Undécima funciona o no.
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—¿Pero qué cojones...?
«¡Esta niña está totalmente vacía! ¿¡Cómo demonios es esto posible!?»
Akame se interpuso entre Kyōko y Okawa, tal y como esta última parecía estar rogándole sin decirlo. Pese a todo, él seguía conservando la calma, fiel a su estilo. Sin desviar la mirada de aquella niña sin una pizca de energía vital, el Kage Bunshin habló para su protegida.
—No te preocupes, Okawa. No va a pasar nada, tienes que tranquilizarte —entonces se dirigió a Kyōko—. Estoy seguro de que esta adorable muchachita tiene una explicación más que razonable para todo esto. Tú... ¿Quién eres? O mejor dicho... ¿Qué eres? Estás vacía por dentro, puedo verlo.