17/09/2019, 16:40
(Última modificación: 17/09/2019, 23:35 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Kenzou, con una taza humeante de té entre sus manos, ojeaba un pergamino por tercera vez. Era una misión peliaguda, aquella. No la creía excesivamente compleja, ni particularmente exigente, pero era una de esas en la que te encontrabas una piedra a cada paso en el camino. El mero hecho de llegar al destino tenía sus dificultades, y a un ninja flojo podría atragantársele.
Suerte que en Kusagakure no existían los ninjas flojos, claro. Él se aseguraba de ello.
Tras consultar por última vez la lista de ninjas que tenía disponible aquel día, el Morikage hizo llamar a Tsukiyama Daigo a su despacho. Había sido el elegido.
Suerte que en Kusagakure no existían los ninjas flojos, claro. Él se aseguraba de ello.
Tras consultar por última vez la lista de ninjas que tenía disponible aquel día, el Morikage hizo llamar a Tsukiyama Daigo a su despacho. Había sido el elegido.