19/09/2019, 17:23
(Última modificación: 19/09/2019, 17:27 por King Roga. Editado 1 vez en total.)
—¿¡Me estás diciendo que todo esto es por satisfacer el gusto de algún loco excéntrico!?— Giró el cuello para observarlo mientras alzaba las cejas, siguiéndolo cuando este echó a andar. —Huh— negó con la cabeza y suspiró. —Verga. A estas alturas no sé cómo me siguen sorprendiendo esta clase de estupideces, que he visto a cada descerebrado en esta vida pero aún así nunca me acostumbro— Seguía de cerca a Akame. —Pero tienes mucha razón en que no regresarán muy pronto a querer intentarlo. Contando lo del templo es la segunda vez que fallan y arriesgarse a una tercera les será complicado considerando que han perdido a dos efectivos, se lo van a pensar.
El Yotsuki notó que el renegado estaba omitiendo información al respecto sobre el estado de la muchacha, rodando los ojos. "Cómo le gusta hacerse el duro." Después de todo, eso significaba que algo seguía estando mal.
—Espero que así sea— Añadió.
Las mujeres se quedaron estoicas, atentas a las palabras del Uchiha. Podían escudriñar su calma, su confianza en que todo iba a salir a pedir de boca. No se movieron de su sitio, hasta que finalmente las tres asintieron con la cabeza la mismo tiempo y azotaron el borde sus bastones tres veces en el suelo.
—De acuerdo, vendrás con nosotras.
—De acuerdo, vendrás con nosotras.
Pero la tercera mujer echó a andar a una dirección distinta, de regreso al pueblo.
—Yo Iré a Murasame, deja que mis hermanas te guíen— finalizó.
Las dos ancianas azotaron nuevamente tres veces sus báculos.
—La Madre ha hablado, serás llevado al dominio del Gran Yama.
—La Madre ha hablado, serás llevado al dominio del Gran Yama.
Si dieron la vuelta al unisono de forma casi robótica, tomando el camino de regreso a la senda donde todo había empezado.
Kiyoshi infló los cachetes ante las palabras de Akame, ¿quién se creía para estar tan confianzudo con su novia y luego ponerse a dar órdenes? Podía estar un poco envalentonado por la situación, aunque ciertamente en el fondo era un mar de incertidumbre que intentaba ocultar en vano.
—¡HMPH!— Mantuvo el arco en lo alto a pesar de la advertencia. Sus celos le hacían querer demostrar que él también era capaz de proteger a su amada. Bien era cierto que no era el momento adecuado para los berrinches, pero si lograba hacer lo correcto aunque fuese por los motivos equivocados, peor era nada.
Los suaves dedos de la ciega pelinegra apretaron con un poco más de fuerza los ropajes del Uchiha. No estaba para nada acostumbrada a que alguien más interpretara sus emociones, ni siquiera la Duodécima, por lo que sus niveles de alerta estaban aún más elevados de lo habitual.
—Creo tener el suficiente raciocinio para poder discernir lo que me conviene— Hizo el amago de mostrar más confianza. —¿Querían que madurara para poder ver el mundo con claridad verdad? ¡Lo que veo es que toda esta fanfarria que me han hecho vivir es pura ignorancia!— Gritó sin darse cuenta de que algunas lágrimas estaban cayendo de sus ojos.
La niña alzó las manos y empezó a aplaudir, sonriendo.
—Las respuestas de ambos son muy buenas. La idolatría es muy mala—. Bajó los brazos. —Pero aún así idealizan demasiado sus acciones sin aplicar la lógica adecuada— Su tono de voz parecía el de una maestra con niños de preescolar. —Les daré la oportunidad, de ver si me equivoco— De inmediato juntó las manos y realizó una cadena de seis sellos totalmente desconocidos para un shinobi cualquiera, a una velocidad atroz. —¡KAI!— Y esa era la última vez que iban a oír la voz de la niña cómo la conocían.
Una nube de humo envolvió a la pequeña, mientras el propio viento parecía acompasar lo que avecinaba. Dos manos a lo alto con las palmas al cielo, dos manos al frente juntas como un rezo, dos más cómo si se extendieran para meditar. La silueta ahora dejaba ver una larga cabellera aguamarina que llegaba fácilmente a la espalda de la que ahora era una mujer ataviada con ropas ceremoniales de vibrantes naranja y verde esmeralda. Diversas pulseras y y un rosario le adornaban, junto a varios aretes de aros enormes en sus orejas.Era cómo ver la estatua de un bodhisattva, pero cuyas articulaciones eran cómo los de una muñeca de juguete.
La brisa dejó ver aquellos ojos extraños brillar con más intensidad ante la luna que se filtraba a través de los bambués, era cómo un maniquí, un títere de ventrílocuo a tamaño humano. Uno viviente, por el chakra que ahora le rodeaba.
»Háganme creer en ustedes.
El Yotsuki notó que el renegado estaba omitiendo información al respecto sobre el estado de la muchacha, rodando los ojos. "Cómo le gusta hacerse el duro." Después de todo, eso significaba que algo seguía estando mal.
—Espero que así sea— Añadió.
***
Las mujeres se quedaron estoicas, atentas a las palabras del Uchiha. Podían escudriñar su calma, su confianza en que todo iba a salir a pedir de boca. No se movieron de su sitio, hasta que finalmente las tres asintieron con la cabeza la mismo tiempo y azotaron el borde sus bastones tres veces en el suelo.
—De acuerdo, vendrás con nosotras.
—De acuerdo, vendrás con nosotras.
Pero la tercera mujer echó a andar a una dirección distinta, de regreso al pueblo.
—Yo Iré a Murasame, deja que mis hermanas te guíen— finalizó.
Las dos ancianas azotaron nuevamente tres veces sus báculos.
—La Madre ha hablado, serás llevado al dominio del Gran Yama.
—La Madre ha hablado, serás llevado al dominio del Gran Yama.
Si dieron la vuelta al unisono de forma casi robótica, tomando el camino de regreso a la senda donde todo había empezado.
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Kiyoshi infló los cachetes ante las palabras de Akame, ¿quién se creía para estar tan confianzudo con su novia y luego ponerse a dar órdenes? Podía estar un poco envalentonado por la situación, aunque ciertamente en el fondo era un mar de incertidumbre que intentaba ocultar en vano.
—¡HMPH!— Mantuvo el arco en lo alto a pesar de la advertencia. Sus celos le hacían querer demostrar que él también era capaz de proteger a su amada. Bien era cierto que no era el momento adecuado para los berrinches, pero si lograba hacer lo correcto aunque fuese por los motivos equivocados, peor era nada.
Los suaves dedos de la ciega pelinegra apretaron con un poco más de fuerza los ropajes del Uchiha. No estaba para nada acostumbrada a que alguien más interpretara sus emociones, ni siquiera la Duodécima, por lo que sus niveles de alerta estaban aún más elevados de lo habitual.
—Creo tener el suficiente raciocinio para poder discernir lo que me conviene— Hizo el amago de mostrar más confianza. —¿Querían que madurara para poder ver el mundo con claridad verdad? ¡Lo que veo es que toda esta fanfarria que me han hecho vivir es pura ignorancia!— Gritó sin darse cuenta de que algunas lágrimas estaban cayendo de sus ojos.
La niña alzó las manos y empezó a aplaudir, sonriendo.
—Las respuestas de ambos son muy buenas. La idolatría es muy mala—. Bajó los brazos. —Pero aún así idealizan demasiado sus acciones sin aplicar la lógica adecuada— Su tono de voz parecía el de una maestra con niños de preescolar. —Les daré la oportunidad, de ver si me equivoco— De inmediato juntó las manos y realizó una cadena de seis sellos totalmente desconocidos para un shinobi cualquiera, a una velocidad atroz. —¡KAI!— Y esa era la última vez que iban a oír la voz de la niña cómo la conocían.
Una nube de humo envolvió a la pequeña, mientras el propio viento parecía acompasar lo que avecinaba. Dos manos a lo alto con las palmas al cielo, dos manos al frente juntas como un rezo, dos más cómo si se extendieran para meditar. La silueta ahora dejaba ver una larga cabellera aguamarina que llegaba fácilmente a la espalda de la que ahora era una mujer ataviada con ropas ceremoniales de vibrantes naranja y verde esmeralda. Diversas pulseras y y un rosario le adornaban, junto a varios aretes de aros enormes en sus orejas.Era cómo ver la estatua de un bodhisattva, pero cuyas articulaciones eran cómo los de una muñeca de juguete.
La brisa dejó ver aquellos ojos extraños brillar con más intensidad ante la luna que se filtraba a través de los bambués, era cómo un maniquí, un títere de ventrílocuo a tamaño humano. Uno viviente, por el chakra que ahora le rodeaba.
»Háganme creer en ustedes.