24/09/2019, 00:51
El Yotsuki se alarmó al percibir una llamarada en lo alto, siendo que Akame pronto le confirmaría las sospechas que aquella técnica ígnea era de uno de sus clones de sombra. "¿Acaso tendrán otro cómplice? No, es imposible." Su plan se efectuó sin contratiempos, salvo por la última de las sicarias que consiguió huir aunque fuese con el rabo entre las piernas. La trampa fue efectiva, ¿entonces que demonios era lo que mantenía acorralado al Fénix?
—No puede ser posible... Nos aseguramos de mantener a raya a todos los perseguidores de la niñata esa, no hubo agujero alguno en el lienzo y mordieron el anzuelo. Sería demasiado pronto para la que se nos fue avisara a sus refuerzos. ¿Acaso habrá un tercero?— se cuestionó mientras mantenía la boca entreabierta y parpadeaba. —Adelántate, porque esta clarísimo que no tengo la velocidad necesaria para una carrera larga. Intentaré alcanzarte a lo que me permita mi ritmo— Sentenció severo.
Estaba más que consciente que sólo iba a retrasar al Uchiha, por lo que debería quedarse atrás por ahora, aunque no tenía intenciones de quedarse fuera de la acción.
El camino que recorrieron les llevó nuevamente al sendero con las figuras maltrechas de gallos, ahí dónde parecía estar todo abandonado y sin cuidado alguno. Donde el musgo cubría las supuestas figuras sagradas y la vegetación no era para nada amigable con los transeúntes. Aquella montaña con sus escaleras de piedra que llegaban fácilmente a unos treinta metros de altura, aquel arco torri de rojizo gastado y derruido, marcando el inicio del sendero sagrado.
—Más allá del arco, es donde inicia la tierra sellada.
—Más allá del arco, es donde inicia la tierra sellada.
Ambas mujeres anunciaron lo que se avecinaba, caminando hasta estar cada una a cada lado del inicio de la escalera, volteándose cómo las guardianas del recinto que eran, tal y cómo las conoció cuando la procesión les llevó a aquel destino incierto. Ellas no se movieron más de su lugar, sino que esperaron a que él mismo empezara a escalar las gradas. Tenían una gran fe en el territorio sagrado.
Kiyoshi se quedó totalmente petrificado en la escena, al punto que sus manos estaban extremadamente tensas y se veía incapaz de soltar la cola de la flecha que hasta ahora había estado manteniendo.
La joven candidata a Itako de pronto se heló, sintiendo ahora sí la presencia que les estaba amenazando, aún cuando era incapaz de ver y juzgar por su aspecto a la entidad, la cuál estaba llena de soberbia y confianza. Por un instante, sintió a Akame reclinarse un poco para luego escuchar el sonido del fuego, sin entender muy bien que estaba pasando.
—¿Eh?— En ese punto su mente no podía pensar y razonar en lo que estaba sucediendo.
Por su lado, aquel ser que respondía al nombre de Kyōko no sólo era rápida de extremidades, sino también de mente. Para cuando el Uchiha empezó a hacer una cadena, ella sólo hizo uno, con una mano y de una forma extraña que no correspondía a los habituales. Inmediatamente después, cambió al carnero de una mano y con una velocidad abrumadora estaba justo detrás de Akame y Ōkawa. Dos de sus brazos liberaron dos katanas ocultas de las palmas y de inmediato se dispuso a lanzar sendas puñaladas traperas. Ambos brazos intentarían pasar justo al lateral de las sienes de la muchacha, cortando sus cabellos a una velocidad abrumadora, aunque su verdadera intención era deshacerse del renegado, forzándolo en una posición donde la pelinegra serviría de escudo humano para su ofensiva en caso de contraataque.
—No puede ser posible... Nos aseguramos de mantener a raya a todos los perseguidores de la niñata esa, no hubo agujero alguno en el lienzo y mordieron el anzuelo. Sería demasiado pronto para la que se nos fue avisara a sus refuerzos. ¿Acaso habrá un tercero?— se cuestionó mientras mantenía la boca entreabierta y parpadeaba. —Adelántate, porque esta clarísimo que no tengo la velocidad necesaria para una carrera larga. Intentaré alcanzarte a lo que me permita mi ritmo— Sentenció severo.
Estaba más que consciente que sólo iba a retrasar al Uchiha, por lo que debería quedarse atrás por ahora, aunque no tenía intenciones de quedarse fuera de la acción.
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El camino que recorrieron les llevó nuevamente al sendero con las figuras maltrechas de gallos, ahí dónde parecía estar todo abandonado y sin cuidado alguno. Donde el musgo cubría las supuestas figuras sagradas y la vegetación no era para nada amigable con los transeúntes. Aquella montaña con sus escaleras de piedra que llegaban fácilmente a unos treinta metros de altura, aquel arco torri de rojizo gastado y derruido, marcando el inicio del sendero sagrado.
—Más allá del arco, es donde inicia la tierra sellada.
—Más allá del arco, es donde inicia la tierra sellada.
Ambas mujeres anunciaron lo que se avecinaba, caminando hasta estar cada una a cada lado del inicio de la escalera, volteándose cómo las guardianas del recinto que eran, tal y cómo las conoció cuando la procesión les llevó a aquel destino incierto. Ellas no se movieron más de su lugar, sino que esperaron a que él mismo empezara a escalar las gradas. Tenían una gran fe en el territorio sagrado.
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Kiyoshi se quedó totalmente petrificado en la escena, al punto que sus manos estaban extremadamente tensas y se veía incapaz de soltar la cola de la flecha que hasta ahora había estado manteniendo.
La joven candidata a Itako de pronto se heló, sintiendo ahora sí la presencia que les estaba amenazando, aún cuando era incapaz de ver y juzgar por su aspecto a la entidad, la cuál estaba llena de soberbia y confianza. Por un instante, sintió a Akame reclinarse un poco para luego escuchar el sonido del fuego, sin entender muy bien que estaba pasando.
—¿Eh?— En ese punto su mente no podía pensar y razonar en lo que estaba sucediendo.
Por su lado, aquel ser que respondía al nombre de Kyōko no sólo era rápida de extremidades, sino también de mente. Para cuando el Uchiha empezó a hacer una cadena, ella sólo hizo uno, con una mano y de una forma extraña que no correspondía a los habituales. Inmediatamente después, cambió al carnero de una mano y con una velocidad abrumadora estaba justo detrás de Akame y Ōkawa. Dos de sus brazos liberaron dos katanas ocultas de las palmas y de inmediato se dispuso a lanzar sendas puñaladas traperas. Ambos brazos intentarían pasar justo al lateral de las sienes de la muchacha, cortando sus cabellos a una velocidad abrumadora, aunque su verdadera intención era deshacerse del renegado, forzándolo en una posición donde la pelinegra serviría de escudo humano para su ofensiva en caso de contraataque.