25/09/2019, 19:38
—No —replicó el tabernero—. Suerte a ti, muchacho. —Pese a que la réplica pudiese parecer que iba con algo de inquina, Daigo pudo ver en los ojos del tabernero que realmente sentía lo que estaba diciendo—. Y que Fūjin tenga piedad de ti.
Oh, sí. Porque no había dios en Oonindo que le hiciese más favores a Izanami.
El viaje del kusajin hasta el nacimiento del Río de Oro fue tranquilo y sin sobresaltos. ¿Qué se perdió? Por supuesto. La percepción de Daigo para fijarse en detalles de su alrededor, más allá de los carteles vistosos, no estaba muy afilada. Eso diciéndolo de manera suave. Tampoco su comprensión en mapas complejos. A Daigo le quitaban de las tres o cuatro líneas trazadas en un mapa sencillo, y tenía que hacer números para saber qué ruta era la que le llevaba a destino, y en cuál estaba él.
¿Qué hubiese pasado si se hubiese lanzado de cabeza hacia Inaka? Mejor no descubrirlo. Por suerte, había obtenido la valiosa información de que podía seguir el curso del Río del Oro, y con eso en mente, sus probabilidades de éxito aumentaban drásticamente.
Llegó al cuarto día —un ninja que supiese el camino podría haberlo hecho en día y medio perfectamente—, y supo que estaba en el sitio correcto. ¿Por qué? Porque aquel río era el más grande que había visto en su maldita vida. Más ancho que muchos lagos, y el único que se metía de lleno en el paraje desértico del País del Viento.
De hecho, ¡hasta tenía un puerto! Una pequeña multitud se congregaba allí, listos para iniciar un viaje por el Río de Oro… ¡en crucero!
Daigo podía ir a investigar algo por allí —también había una posada cerca, aunque ya acababa de rellenar sus provisiones en la mañana----, y una pequeña aldeílla al lado; o, de una vez, iniciar su viaje hacia Inaka, hacia su objetivo.
Oh, sí. Porque no había dios en Oonindo que le hiciese más favores a Izanami.
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El viaje del kusajin hasta el nacimiento del Río de Oro fue tranquilo y sin sobresaltos. ¿Qué se perdió? Por supuesto. La percepción de Daigo para fijarse en detalles de su alrededor, más allá de los carteles vistosos, no estaba muy afilada. Eso diciéndolo de manera suave. Tampoco su comprensión en mapas complejos. A Daigo le quitaban de las tres o cuatro líneas trazadas en un mapa sencillo, y tenía que hacer números para saber qué ruta era la que le llevaba a destino, y en cuál estaba él.
¿Qué hubiese pasado si se hubiese lanzado de cabeza hacia Inaka? Mejor no descubrirlo. Por suerte, había obtenido la valiosa información de que podía seguir el curso del Río del Oro, y con eso en mente, sus probabilidades de éxito aumentaban drásticamente.
Llegó al cuarto día —un ninja que supiese el camino podría haberlo hecho en día y medio perfectamente—, y supo que estaba en el sitio correcto. ¿Por qué? Porque aquel río era el más grande que había visto en su maldita vida. Más ancho que muchos lagos, y el único que se metía de lleno en el paraje desértico del País del Viento.
De hecho, ¡hasta tenía un puerto! Una pequeña multitud se congregaba allí, listos para iniciar un viaje por el Río de Oro… ¡en crucero!
Daigo podía ir a investigar algo por allí —también había una posada cerca, aunque ya acababa de rellenar sus provisiones en la mañana----, y una pequeña aldeílla al lado; o, de una vez, iniciar su viaje hacia Inaka, hacia su objetivo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado