26/09/2019, 23:59
(Última modificación: 27/09/2019, 00:20 por Taka Kisame. Editado 4 veces en total.)
En el camino, una vez había salido de la aldea, su cabeza comenzó a injuriarle lo imbécil que había sido. Había estado con su padre y no le había preguntado como ir? Increíble... Es cierto que podría habérselo dicho el, pero a judgar por como se comportaba siempre con el amejin, lo extraño era que lo hubiera hecho, por lo que, decidió volver sobre sus pasos y preguntarle a algún transeúnte de la calle por donde se llegaba. Si volvía a casa a preguntarle a Ichiro, seguramente se ganara una buena colleja y una reprimenda bien merecida.
Comenzó a mirar por la calle, buscando a algún candidato que pudiera servirle para indicarle en su periplo hacia las tierras nevadas. Tenía cierta prisa por llegar, por lo que, tras razonar un instante, pensó que quizás alguien anciano supiera como llegar a un sitio tan lejano. La experiencia era un grado muy valioso, era algo que creía firmemente desde siempre.
-Un momento... La señora Kata, ya está! -Se dijo a sí mismo en voz baja para después salir a todo correr hacia la casa de su madrina.
Kata era una venerable anciana retirada del mundo shinobi por un trágico accidente en una misión con su padre. Se trataba de una mujer de severa y mucho carácter, pero con muchos modales y un gran corazón. Su pierna buena, la derecha, había tenido que ser amputada y tenía una seria lesión en la espalda, lo cual, la obligaba a moverse en silla de ruedas. Había sido sensei y, posteriormente, compañera de equipo de su padre. Ella había sido quien le había educado, enseñado disciplina e incluso a manejar correctamente su chacra cuando era un crío mientras su padre intentaba ganarse la vida haciendo misiones.
Una vez llegó a la casa, tocó a la puerta con fuerza. Seguramente estuviera leyendo algún libro en otro punto de la casa y no le oiría de hacerlo con suavidad.
-Kata-sama, soy Kisame -Dijo con buen volumen, aunque sin llegar a gritar tras aporrear la puerta con su mano izquierda.
Comenzó a mirar por la calle, buscando a algún candidato que pudiera servirle para indicarle en su periplo hacia las tierras nevadas. Tenía cierta prisa por llegar, por lo que, tras razonar un instante, pensó que quizás alguien anciano supiera como llegar a un sitio tan lejano. La experiencia era un grado muy valioso, era algo que creía firmemente desde siempre.
-Un momento... La señora Kata, ya está! -Se dijo a sí mismo en voz baja para después salir a todo correr hacia la casa de su madrina.
Kata era una venerable anciana retirada del mundo shinobi por un trágico accidente en una misión con su padre. Se trataba de una mujer de severa y mucho carácter, pero con muchos modales y un gran corazón. Su pierna buena, la derecha, había tenido que ser amputada y tenía una seria lesión en la espalda, lo cual, la obligaba a moverse en silla de ruedas. Había sido sensei y, posteriormente, compañera de equipo de su padre. Ella había sido quien le había educado, enseñado disciplina e incluso a manejar correctamente su chacra cuando era un crío mientras su padre intentaba ganarse la vida haciendo misiones.
Una vez llegó a la casa, tocó a la puerta con fuerza. Seguramente estuviera leyendo algún libro en otro punto de la casa y no le oiría de hacerlo con suavidad.
-Kata-sama, soy Kisame -Dijo con buen volumen, aunque sin llegar a gritar tras aporrear la puerta con su mano izquierda.