27/09/2019, 17:48
Y allí estaba él, tirado en la arena de la maravillosa playa de la Costa del Remolino, con la respiración entrecortada y sudor recorriendo su rostro. Los ojos cerrados para evitar así el sol que le daba directo y con el inicio del típico picorcillo en la piel anterior a una quemazón por no haberse echado suficiente crema solar.
Aquella mañana había decidido que sería una buena idea levantarse temprano y, aprovechando que su padre tenía que ir a trabajar al restaurante familiar, salir a entrenar por su cuenta, y así sus pasos le había conducido hasta aquella playa, en busca de un lugar tranquilo donde poder practicar, pues aunque acababa de graduarse en la Academia de las Olas, aún le quedaba mucho por hacer, y no pensaba quedarse parado a verlas venir.
Echó mano a una pequeña mochila que llevaba consigo, donde guardaba una botella de agua que aún se mantenía fría gracias a que había congelado la mitad la noche anterior, y le dio un buen trago, refrescando su gaznate y notando como se le había metido un poco de arena en la boca mientras practicaba.
Volvió a meter la botella en la mochila y se reajustó el moño, que tenía prácticamente deshecho antes de incorporarse nuevamente y empezar una carrera de un lado a otro de la playa, corriendo descalzo y pegado al agua, refrescando así los pies cuando alguna ola alcanzaba su posición.
Aquella mañana había decidido que sería una buena idea levantarse temprano y, aprovechando que su padre tenía que ir a trabajar al restaurante familiar, salir a entrenar por su cuenta, y así sus pasos le había conducido hasta aquella playa, en busca de un lugar tranquilo donde poder practicar, pues aunque acababa de graduarse en la Academia de las Olas, aún le quedaba mucho por hacer, y no pensaba quedarse parado a verlas venir.
Echó mano a una pequeña mochila que llevaba consigo, donde guardaba una botella de agua que aún se mantenía fría gracias a que había congelado la mitad la noche anterior, y le dio un buen trago, refrescando su gaznate y notando como se le había metido un poco de arena en la boca mientras practicaba.
Volvió a meter la botella en la mochila y se reajustó el moño, que tenía prácticamente deshecho antes de incorporarse nuevamente y empezar una carrera de un lado a otro de la playa, corriendo descalzo y pegado al agua, refrescando así los pies cuando alguna ola alcanzaba su posición.