30/09/2019, 17:52
El Uchiha se masajeó la sien con la mano derecha, meditabundo. ¿Cuál era el rango de detección de ese extraño poder? Él no lo sabía con exactitud, aunque se hacía una idea sabiendo que variaba en función de la maestría de cada uno a la hora de usarlo. No todas las viejas parecían ser igual de buenas con aquel sensor de voluntades.
—Las peligrosas son la condenada Kyōko, y esa otra anciana a la que llamaban Duodécima. A las demás... Si nos mantenemos alejados y conservamos la calma, podríamos evadirlas —aventuró, aunque era más una conjetura que una conclusión sólida—. Lo más importante debe ser siempre permanecer tranquilos. Esa mierda de técnica que utilizan se centra en localizar y diferencias las emociones; quizás si nos fundimos con su calma, podríamos pasar desapercibidos... Para la mayoría, al menos.
En aquel momento, Akame se alegró de tener a Rōga al lado. La confianza ciega que aquel amejin tenía en sí mismo se derramaba, por decirlo de algún modo, de su propia figura y acababa empapando a los de alrededor. Además, verbalizar sus pensamientos le estaba ayudando a poner en orden todas las ideas y ver la situación con más claridad. Se volvió hacia el sendero que llevaba al Templo.
—Yo tampoco quiero asesinar a nadie de poder evitarlo —confesó—. Pero no voy a dejar que obliguen a Okawa a drogarse para entrar en comunión con no sé qué dios y a suicidarse si no lo consigue.
—Las peligrosas son la condenada Kyōko, y esa otra anciana a la que llamaban Duodécima. A las demás... Si nos mantenemos alejados y conservamos la calma, podríamos evadirlas —aventuró, aunque era más una conjetura que una conclusión sólida—. Lo más importante debe ser siempre permanecer tranquilos. Esa mierda de técnica que utilizan se centra en localizar y diferencias las emociones; quizás si nos fundimos con su calma, podríamos pasar desapercibidos... Para la mayoría, al menos.
En aquel momento, Akame se alegró de tener a Rōga al lado. La confianza ciega que aquel amejin tenía en sí mismo se derramaba, por decirlo de algún modo, de su propia figura y acababa empapando a los de alrededor. Además, verbalizar sus pensamientos le estaba ayudando a poner en orden todas las ideas y ver la situación con más claridad. Se volvió hacia el sendero que llevaba al Templo.
—Yo tampoco quiero asesinar a nadie de poder evitarlo —confesó—. Pero no voy a dejar que obliguen a Okawa a drogarse para entrar en comunión con no sé qué dios y a suicidarse si no lo consigue.