1/10/2019, 22:51
Fue una dura travesía a través de campos de trigo, pequeños riscos de piedra bajo y sobretodo, de una implacable tormenta que no le dio descanso en las casi siete horas de viaje. Como había pronosticado la señora Kata, cuando divisó las características murallas medievales de Shinogi-To, el sol ya se escondía por el oeste. Kisame cruzó el umbral del portón de la ciudad, con los suspicaces guardias del Señor Feudal echándole una mirada desconfiada por encima del hombro, siempre sin moverse ni un ápice su postura rígida y marcial.
A aquella hora, la ciudad era un hervidero de gente, pero nada diferente a lo que un amejin encontraría a cualquier hora en el Distrito Comercial de su villa ninja. Eso sí, Shinogi-To era bastante más desordenada y más sucia que Amegakure, y si uno tenía la desgraciada casualidad de meterse donde no debía, podía ser bastante peligroso. Por suerte o por desgracia, en las capitales de país uno siempre encuentra de todo, hasta lo que jamás desearía encontrar.
Ahora mismo se encontraba en una bonita plaza: con una fuente en el centro, y cuatro calles que se abrían en abanico. Las dos primeras muy transitadas, la tercera algo más tranquila, residencial, y la cuarta una lúgubre callejuela con faroles parpadeantes. A simple vista, en la plaza no había lugar alguno en el que pasar la noche.
A aquella hora, la ciudad era un hervidero de gente, pero nada diferente a lo que un amejin encontraría a cualquier hora en el Distrito Comercial de su villa ninja. Eso sí, Shinogi-To era bastante más desordenada y más sucia que Amegakure, y si uno tenía la desgraciada casualidad de meterse donde no debía, podía ser bastante peligroso. Por suerte o por desgracia, en las capitales de país uno siempre encuentra de todo, hasta lo que jamás desearía encontrar.
Ahora mismo se encontraba en una bonita plaza: con una fuente en el centro, y cuatro calles que se abrían en abanico. Las dos primeras muy transitadas, la tercera algo más tranquila, residencial, y la cuarta una lúgubre callejuela con faroles parpadeantes. A simple vista, en la plaza no había lugar alguno en el que pasar la noche.