1/10/2019, 23:53
—Anda, pasa, Daigo. Que pronto anochecerá y va a hacer fresco —¿Otra visión de la anciana adivina? Bueno, uno no tenía que tener muchas luces para fijarse que el sol, efectivamente, se estaba poniendo; y que allí, en el desierto, a la noche siempre refrescaba.
Daigo comprobó que en aquella casita pequeña de adobe no vivían más que abuela y nieta. Era una vivienda muy, muy humilde, con solo lo básico para subsistir. Apenas tenían comida: leche de cabra, cereales, y dátiles. Era una comida pobre en contenido, y en cantidad. Aún así, la anciana insistió en que Daigo se acabase su plato, y suyo fue —junto al de su nieta—, el plato más generoso.
Los habitantes del País del Viento tenían que ser duros. No había otra forma para sobrevivir, día sí y día también, a un clima tan adverso. Pero la gente de a pie también era, en su mayoría, tremendamente generosa. Abierta y de compartir lo que tenían. Valores que en algunas partes de Oonindo, como en ricas ciudades donde la abundancia y el exceso eran el pan de cada día, carecían.
Daigo se vio obligado a jugar con la niña al tres en raya. Era una niña tímida al principio, pero muy risueña a medida que se encontraba a gusto. Le contó a Daigo que un día recorrería Oonindo entero, y que traería a su abuela frutos y maravillas extraordinarios de cada país.
Cuando ya se hizo muy tarde, la anciana mandó acostarse a la niña.
—¡Daigo-kun! ¡Daigo-kun! ¿Me cuentas un cuento? Porfa, porfa, porfaplis… —pidió Gura, poniéndole ojitos. Luego bajó la voz—:. Es que la abuela siempre me cuenta los mismos. Quiero oír uno distinto. De tu tierra.
Daigo comprobó que en aquella casita pequeña de adobe no vivían más que abuela y nieta. Era una vivienda muy, muy humilde, con solo lo básico para subsistir. Apenas tenían comida: leche de cabra, cereales, y dátiles. Era una comida pobre en contenido, y en cantidad. Aún así, la anciana insistió en que Daigo se acabase su plato, y suyo fue —junto al de su nieta—, el plato más generoso.
Los habitantes del País del Viento tenían que ser duros. No había otra forma para sobrevivir, día sí y día también, a un clima tan adverso. Pero la gente de a pie también era, en su mayoría, tremendamente generosa. Abierta y de compartir lo que tenían. Valores que en algunas partes de Oonindo, como en ricas ciudades donde la abundancia y el exceso eran el pan de cada día, carecían.
Daigo se vio obligado a jugar con la niña al tres en raya. Era una niña tímida al principio, pero muy risueña a medida que se encontraba a gusto. Le contó a Daigo que un día recorrería Oonindo entero, y que traería a su abuela frutos y maravillas extraordinarios de cada país.
Cuando ya se hizo muy tarde, la anciana mandó acostarse a la niña.
—¡Daigo-kun! ¡Daigo-kun! ¿Me cuentas un cuento? Porfa, porfa, porfaplis… —pidió Gura, poniéndole ojitos. Luego bajó la voz—:. Es que la abuela siempre me cuenta los mismos. Quiero oír uno distinto. De tu tierra.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado