4/10/2019, 18:04
Había que reconocerle una cosa a Daigo: sabía el noble arte de cómo contar un cuento. En Oonindo, no existían cuentos malos. Solo personas que no sabían contarlos correctamente. No era el caso de Daigo, que hacía pausas cuando tenía que hacerlas, contenía el aliento en el momento oportuno, y daba la entonación correcta a cada frase.
La pequeña Gura se vio sumergida en una aventura sin igual. Emocionante e ilusionante. Se sintió la protagonista de la historia por unos minutos, y deseó saber si realmente la gatita había alcanzado la luna. A ella le gustó pensar que sí.
—Yo no seré como esa gatita —dijo, sin embargo, decidida—. Yo volveré… Volveré por mi abuela.
Instantes después, se quedó dormida.
Al día siguiente, tras despedirse de la familia que le había acogido por una noche, Daigo reemprendió su viaje hacia Inaka. Tras dormir bajo un techo y bien abrigado, el día se le hizo mucho más digerible.
Halló un pueblo bastante más grande al final del día, con al menos una veintena de casas, una taberna y una posada. Comió mejor, y durmió todavía más a gusto.
Pasó otro día, y lo cierto fue que las temperaturas le respetaron. Eso, y que ahora que tenía experiencia, se detenía a refrescarse antes de que le diese un golpe de calor. Por suerte, ningún cocodrilo ni otro animal salvaje le dio un susto.
A la noche, se quedó a dormir en la casita de una familia numerosa. Tenían cuatro hijas y cinco hijos, además de un perro, al que consideraban de la familia. Era un ambiente mucho más ruidoso que el de la primera casa que le había acogido, pero Daigo, que tenía una adaptación social envidiable, no le costó adaptarse.
Al día siguiente, Daigo emprendió la marcha de madrugada. Se había levantado a primera hora para aprovechar que el sol todavía no acababa de salir, en esas horas en las que el calor todavía no pegaba tan fuerte.
Sin embargo, aquel día un nuevo obstáculo se pondría en su camino: el viento. Le pegaba de frente, tan fuerte que le costaba avanzar a su velocidad normal. Pero eso no era lo peor. Lo peor era la arena que arrastraba consigo, y que trataba de colarse entre sus ropajes, en los ojos… por todos lados.
¿Continuaría el viento así? ¿Iría todavía a peor? Podía retroceder, apenas había salido de la pequeña aldea hacía media hora. O podía seguir avanzando, y jugársela.
5/9 tramos superados
La pequeña Gura se vio sumergida en una aventura sin igual. Emocionante e ilusionante. Se sintió la protagonista de la historia por unos minutos, y deseó saber si realmente la gatita había alcanzado la luna. A ella le gustó pensar que sí.
—Yo no seré como esa gatita —dijo, sin embargo, decidida—. Yo volveré… Volveré por mi abuela.
Instantes después, se quedó dormida.
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Al día siguiente, tras despedirse de la familia que le había acogido por una noche, Daigo reemprendió su viaje hacia Inaka. Tras dormir bajo un techo y bien abrigado, el día se le hizo mucho más digerible.
Tirada 3d10 de Resistencia de Daigo, dificultad 6: 1, 8, 7
Halló un pueblo bastante más grande al final del día, con al menos una veintena de casas, una taberna y una posada. Comió mejor, y durmió todavía más a gusto.
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Pasó otro día, y lo cierto fue que las temperaturas le respetaron. Eso, y que ahora que tenía experiencia, se detenía a refrescarse antes de que le diese un golpe de calor. Por suerte, ningún cocodrilo ni otro animal salvaje le dio un susto.
Tirada 3d10 de Resistencia de Daigo, dificultad 6: 8, 4, 7
A la noche, se quedó a dormir en la casita de una familia numerosa. Tenían cuatro hijas y cinco hijos, además de un perro, al que consideraban de la familia. Era un ambiente mucho más ruidoso que el de la primera casa que le había acogido, pero Daigo, que tenía una adaptación social envidiable, no le costó adaptarse.
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Al día siguiente, Daigo emprendió la marcha de madrugada. Se había levantado a primera hora para aprovechar que el sol todavía no acababa de salir, en esas horas en las que el calor todavía no pegaba tan fuerte.
Tirada 3d10 de Resistencia de Daigo, dificultad 7: 1, 4, 8
Sin embargo, aquel día un nuevo obstáculo se pondría en su camino: el viento. Le pegaba de frente, tan fuerte que le costaba avanzar a su velocidad normal. Pero eso no era lo peor. Lo peor era la arena que arrastraba consigo, y que trataba de colarse entre sus ropajes, en los ojos… por todos lados.
¿Continuaría el viento así? ¿Iría todavía a peor? Podía retroceder, apenas había salido de la pequeña aldea hacía media hora. O podía seguir avanzando, y jugársela.
5/9 tramos superados
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado