8/10/2019, 17:53
Ranko no pudo evitarlo. O mejor dicho, sí habría podido, pero, como se daría cuenta tiempo después, no quiso evitarlo. Vio caer la ropa de Mei y sus ojos siguieron la estela invisible hasta la dueña de las prendas. Por hermosos eternos segundos, pudo ver a la chica de manera plena.
"Ella tenía razón" pensó, incapaz de moverse. Si alguien podía inventar un nuevo tono de rojo, ésa era Ranko y sus mejillas. Cualquier otra persona habría visto poco más que vapor en el aire, pero los ojos de Ranko captaron brillo, polvo de estrellas y diamantes, burbujas arcoiris y mariposas etéreas, todo rodeando a Mei, "Es en verdad Mei-hime. Es la Princesa de los ins… No, la Princesa de las Mariposas. Eso suena mucho más apropiado. ¡Oh, Ranko decidida! ¡Parece que ya has decidido!"
Las piernas de Ranko parecían estar hechas de gelatina. A pesar de poder llevarla a la habitación, parecía que iban a colapsar en cualquier momento. La tensión regresó a ellas cuando vio a Kuumi.
—¿Kuu-chan? ¿Qué…?
—Oi.
La pelirroja saludó con la mano a ambas, aunque Mei pasó de ella y fue al baño. Kuumi frunció los labios y se encogió de hombros.
—Bueno, como sea.
—Kuumi, yo…
—No —La pelirroja, poniéndose de pie, alzó el índice derecho para callar a su hermana, quien se sorprendió —. No digas nada aún. No me vayas a hacer cambiar de opinión. Quería… ehm… quería disculparme —Los ojos de Ranko brillaron intensamente, y una ancha sonrisa apareció poco a poco en su rostro. Kuumi reforzó el silencio de la castaña al alzar el índice de nuevo —. ¡Espera! No he terminado. Llevo un buen rato ensayando esto, si se me olvida será tu culpa. Como decía, fue una manera tonta de reaccionar, aunque en un inicio fuese sensata. ¡No es común que alguien sea amable de la nada, Ranko! Pero debí de haber confiado en ti. Veo… Veo que estás bien, y que Mei no es una asesina de hermanas. Lamento haber estallado así.
Los ojos de Ranko se perlaron con lágrimas. Se acercó a su hermana y la abrazó. ¡Era lo único que faltaba para mejorar la noche! Kuumi le devolvió el abrazo, aunque un tanto incómoda. Se separaron en lo que Ranko se enjugaba las lágrimas de alegría.
—Pero hay una cosa que quiero saber. Bueno, dos. Primero: ¿Te aseguraste de que no fuese un Genjutsu?
—¡Kuu-chan! —La más alta se cruzó de brazos brevemente mientras le dirigía una mirada fulminante a su hermana.
—¿Qué?
—Mmm… Bueno, sí. Lo… Lo comprobé. Tuvimos un pequeño combate amistoso. ¡Y no era un Genjutsu! Era todo real, digo… Mei-san es muy habilidosa… Y muy fuerte, y… ¡Y tiene técnicas muy interesantes! Y luego fuimos a las termas y… y… —Pero la voz de Ranko se apagó tímidamente.
Kuumi asintió varias veces, con la mano en el mentón.
—Ran-chan, todo esto suena un poquitín extraño. ¡No, déjame acabar! Me refiero a que… Es la primera vez que te veo hablar de alguien… así. Dime ¿te gus…?
Pero un chispazo proveniente del baño la interrumpió. Las hermanas se acercaron rápidamente, sólo para ser recibidas por un olor a quemado y una Mei con vestiduras tostadas.
—¡Mei-san!
—Woah, ¿Qué pasó? ¿Intentaste planchar tu ropa sin quitártela? —Kuumi suspiró y fue a buscar los paquetes envueltos —. Bueno, creo que igual debo hacerlo contigo —Se inclinó un poco ante Mei mientras le tendía uno de los paquetes y hablaba en voz monótona. Sonaba a que la estaban obligando a hacerlo, aunque en realidad ella se estaba obligando a sí misma —. Siento haberte dicho eso tan horrible. Aunque tenía mis dudas, no debí de haber insinuado eso. Te compré esto a modo de disculpa. Soy buena con las tallas, así que te debería de quedar bien. Pruébatelo. Si quieres, claro.
Si Mei desenvolvía el paquete, encontraría un magnífico yukata negro con patrones de mariposas blancas y ramas de cerezo rosas. Se sentía bastante cómodo y ligero al tacto. Parecía que Ranko había tenido razón: Kuumi había ido de compras. Tal vez eso le había aclarado la mente.
—Qué conveniente, ¿No? Ya que no sabes planchar —rió brevemente —. También hay uno para Ran-chan.
Totalmente sorprendida, Ranko aceptó y agradeció el regalo, y lo desenvolvió. Se trataba de un yukata rosa que se degradaba a un tono más oscuro en su base, con detalles de flores de distintos tipos. Una sonrisa enorme iluminó el rostro de Ranko.
"Ella tenía razón" pensó, incapaz de moverse. Si alguien podía inventar un nuevo tono de rojo, ésa era Ranko y sus mejillas. Cualquier otra persona habría visto poco más que vapor en el aire, pero los ojos de Ranko captaron brillo, polvo de estrellas y diamantes, burbujas arcoiris y mariposas etéreas, todo rodeando a Mei, "Es en verdad Mei-hime. Es la Princesa de los ins… No, la Princesa de las Mariposas. Eso suena mucho más apropiado. ¡Oh, Ranko decidida! ¡Parece que ya has decidido!"
Las piernas de Ranko parecían estar hechas de gelatina. A pesar de poder llevarla a la habitación, parecía que iban a colapsar en cualquier momento. La tensión regresó a ellas cuando vio a Kuumi.
—¿Kuu-chan? ¿Qué…?
—Oi.
La pelirroja saludó con la mano a ambas, aunque Mei pasó de ella y fue al baño. Kuumi frunció los labios y se encogió de hombros.
—Bueno, como sea.
—Kuumi, yo…
—No —La pelirroja, poniéndose de pie, alzó el índice derecho para callar a su hermana, quien se sorprendió —. No digas nada aún. No me vayas a hacer cambiar de opinión. Quería… ehm… quería disculparme —Los ojos de Ranko brillaron intensamente, y una ancha sonrisa apareció poco a poco en su rostro. Kuumi reforzó el silencio de la castaña al alzar el índice de nuevo —. ¡Espera! No he terminado. Llevo un buen rato ensayando esto, si se me olvida será tu culpa. Como decía, fue una manera tonta de reaccionar, aunque en un inicio fuese sensata. ¡No es común que alguien sea amable de la nada, Ranko! Pero debí de haber confiado en ti. Veo… Veo que estás bien, y que Mei no es una asesina de hermanas. Lamento haber estallado así.
Los ojos de Ranko se perlaron con lágrimas. Se acercó a su hermana y la abrazó. ¡Era lo único que faltaba para mejorar la noche! Kuumi le devolvió el abrazo, aunque un tanto incómoda. Se separaron en lo que Ranko se enjugaba las lágrimas de alegría.
—Pero hay una cosa que quiero saber. Bueno, dos. Primero: ¿Te aseguraste de que no fuese un Genjutsu?
—¡Kuu-chan! —La más alta se cruzó de brazos brevemente mientras le dirigía una mirada fulminante a su hermana.
—¿Qué?
—Mmm… Bueno, sí. Lo… Lo comprobé. Tuvimos un pequeño combate amistoso. ¡Y no era un Genjutsu! Era todo real, digo… Mei-san es muy habilidosa… Y muy fuerte, y… ¡Y tiene técnicas muy interesantes! Y luego fuimos a las termas y… y… —Pero la voz de Ranko se apagó tímidamente.
Kuumi asintió varias veces, con la mano en el mentón.
—Ran-chan, todo esto suena un poquitín extraño. ¡No, déjame acabar! Me refiero a que… Es la primera vez que te veo hablar de alguien… así. Dime ¿te gus…?
Pero un chispazo proveniente del baño la interrumpió. Las hermanas se acercaron rápidamente, sólo para ser recibidas por un olor a quemado y una Mei con vestiduras tostadas.
—¡Mei-san!
—Woah, ¿Qué pasó? ¿Intentaste planchar tu ropa sin quitártela? —Kuumi suspiró y fue a buscar los paquetes envueltos —. Bueno, creo que igual debo hacerlo contigo —Se inclinó un poco ante Mei mientras le tendía uno de los paquetes y hablaba en voz monótona. Sonaba a que la estaban obligando a hacerlo, aunque en realidad ella se estaba obligando a sí misma —. Siento haberte dicho eso tan horrible. Aunque tenía mis dudas, no debí de haber insinuado eso. Te compré esto a modo de disculpa. Soy buena con las tallas, así que te debería de quedar bien. Pruébatelo. Si quieres, claro.
Si Mei desenvolvía el paquete, encontraría un magnífico yukata negro con patrones de mariposas blancas y ramas de cerezo rosas. Se sentía bastante cómodo y ligero al tacto. Parecía que Ranko había tenido razón: Kuumi había ido de compras. Tal vez eso le había aclarado la mente.
—Qué conveniente, ¿No? Ya que no sabes planchar —rió brevemente —. También hay uno para Ran-chan.
Totalmente sorprendida, Ranko aceptó y agradeció el regalo, y lo desenvolvió. Se trataba de un yukata rosa que se degradaba a un tono más oscuro en su base, con detalles de flores de distintos tipos. Una sonrisa enorme iluminó el rostro de Ranko.
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