9/10/2019, 14:13
—Entonces, ¿a qué esperas? Simplemente vuelve. Tienes mucho trabajo que hacer —le recordó—. Como por ejemplo… —sonrió—. ¡Atraparme!
Fue entonces cuando sus párpados, pesados como dos montañas, pudieron abrirse un poco. El mundo volvió a abrirse para él, y ahí, entre la dorada arena, una figura felina se erguía. Veía sus ojos clavados en los suyos, y sus colmillos eran tan grandes que rozaban con la arena mientras avanzaba, creando surcos a su paso.
—¿Ya ha despertado? ¡Ya era hora! —Kumopansa colgaba de su cabeza atado a una telaraña—. Bien, colega, esta es la situación: estás jodido.
—Muy jodido —aseveró Yubiwa, todavía de su lado.
—¡Exageráis! ¡Esos colmillos parecen de plástico!
—No todos tenemos tu piel, Kenzou. Lo serán para ti. —Yubiwa miró a Daigo, muy serio—. Mira, chico. La has cagado, y mucho, y ahora me doy cuenta de tu error. Mira… ¡¡¡Mira!!! —¿Al felino que se le aproximaba? ¿No? Yubiwa quería que contemplase el río que tenía al lado—. ¿Es que no te das cuenta, chico? Estás…
»¡Estás en la puta ribera equivocada! ¡Cruza el charco antes de que sea demasiado tarde!
—¡Estás loco, Yubiwa! ¡Ahora me doy cuenta! ¡Daigo, ni caso! ¡No puedes darle la espalda a un felino! Eso sería provocarle. Los felinos atacan por instinto cuando una presa les da la espalda. Tú… Tú mantenle la mirada. Retrocede poco a poco, paso a paso, ¡pero sin dejar de mirarle!
—¿¿¡Es que estáis gilipollas, o qué!?? —Kumopansa le dio una bofetada a Daigo para captar su atención—. A ver, pelomoco, tú haz caso a Kumopansa, que de estas cosas entiende. Tú levántate. ¡Hazte grande! Y avanzas hacia él con paso decidido. No muy rápido, tampoco, no te me emociones. Y gritas. ¡Gritas mucho! Grrroaaarrrr —A Kumopansa el intento de gruñido se le quedó en eso: en intento—. ¡Que sepa que no le tienes miedo! ¡Que tú también eres un depredador! ¡Vamos, capullo, no esperes más!
Fue entonces cuando sus párpados, pesados como dos montañas, pudieron abrirse un poco. El mundo volvió a abrirse para él, y ahí, entre la dorada arena, una figura felina se erguía. Veía sus ojos clavados en los suyos, y sus colmillos eran tan grandes que rozaban con la arena mientras avanzaba, creando surcos a su paso.
—¿Ya ha despertado? ¡Ya era hora! —Kumopansa colgaba de su cabeza atado a una telaraña—. Bien, colega, esta es la situación: estás jodido.
—Muy jodido —aseveró Yubiwa, todavía de su lado.
—¡Exageráis! ¡Esos colmillos parecen de plástico!
—No todos tenemos tu piel, Kenzou. Lo serán para ti. —Yubiwa miró a Daigo, muy serio—. Mira, chico. La has cagado, y mucho, y ahora me doy cuenta de tu error. Mira… ¡¡¡Mira!!! —¿Al felino que se le aproximaba? ¿No? Yubiwa quería que contemplase el río que tenía al lado—. ¿Es que no te das cuenta, chico? Estás…
»¡Estás en la puta ribera equivocada! ¡Cruza el charco antes de que sea demasiado tarde!
—¡Estás loco, Yubiwa! ¡Ahora me doy cuenta! ¡Daigo, ni caso! ¡No puedes darle la espalda a un felino! Eso sería provocarle. Los felinos atacan por instinto cuando una presa les da la espalda. Tú… Tú mantenle la mirada. Retrocede poco a poco, paso a paso, ¡pero sin dejar de mirarle!
—¿¿¡Es que estáis gilipollas, o qué!?? —Kumopansa le dio una bofetada a Daigo para captar su atención—. A ver, pelomoco, tú haz caso a Kumopansa, que de estas cosas entiende. Tú levántate. ¡Hazte grande! Y avanzas hacia él con paso decidido. No muy rápido, tampoco, no te me emociones. Y gritas. ¡Gritas mucho! Grrroaaarrrr —A Kumopansa el intento de gruñido se le quedó en eso: en intento—. ¡Que sepa que no le tienes miedo! ¡Que tú también eres un depredador! ¡Vamos, capullo, no esperes más!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado