9/10/2019, 14:59
Sí, tenía que volver. Tenía muchas cosas que hacer y podía hacerlo sólo. Simplemente tenía que hacerlo.
El chico pudo abrir los ojos un poco y lo hizo solo, aunque no estaba exactamente sólo.
En lo primero que se fijó fue en el felino que tenía frente suyo. Uno con los colmillos tan grandes que se arrastraban en la arena.
Luego, Kumopansa, Yubiwa y Kenzou le recordaban lo realmente jodido que estaba, y es que no solo tenía al enorme animal frente suyo... ¡sino que además estaba en la puta ribera equivocada.
Yubiwa le recomendaba huir lo más rápido que pudo, pero Kenzou le decía que se alejara poco a poco, con cautela.
¿Qué podía hacer, qué podía hacer? El chico miró al uno y al otro mientras hablaban, sin saber quién tenía la razón.
¡PLAF!
Aunque Kenzou era bien conocido por su carisma natural, fue Kumopansa quien consiguió que Daigo dejase de dudar.
—Sí —respondió decidido, levantándose y devolviéndole la mirada al animal.
Le temblaban las piernas y tenía miedo. ¿Qué pasaría si no era lo suficientemente grande?
No, no podía temer. Él también era un depredador.
Dio un paso hacia adelante, dos, apretó los puños y plantó sus pies en la arena.
Y gritó. No. Rugió como el tigre que era.
El chico pudo abrir los ojos un poco y lo hizo solo, aunque no estaba exactamente sólo.
En lo primero que se fijó fue en el felino que tenía frente suyo. Uno con los colmillos tan grandes que se arrastraban en la arena.
Luego, Kumopansa, Yubiwa y Kenzou le recordaban lo realmente jodido que estaba, y es que no solo tenía al enorme animal frente suyo... ¡sino que además estaba en la puta ribera equivocada.
Yubiwa le recomendaba huir lo más rápido que pudo, pero Kenzou le decía que se alejara poco a poco, con cautela.
¿Qué podía hacer, qué podía hacer? El chico miró al uno y al otro mientras hablaban, sin saber quién tenía la razón.
¡PLAF!
Aunque Kenzou era bien conocido por su carisma natural, fue Kumopansa quien consiguió que Daigo dejase de dudar.
—Sí —respondió decidido, levantándose y devolviéndole la mirada al animal.
Le temblaban las piernas y tenía miedo. ¿Qué pasaría si no era lo suficientemente grande?
No, no podía temer. Él también era un depredador.
Dio un paso hacia adelante, dos, apretó los puños y plantó sus pies en la arena.
Y gritó. No. Rugió como el tigre que era.
GROOOAAAAAARRRR
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.