9/10/2019, 22:54
Daigo rugió tan fuerte que el desierto entero tembló. Un rugido victorioso que, aunque parecía imposible que perteneciera a un humano, definitivamente era el suyo.
Kumopansa se marchó y Yubiwa también tenía que hacer lo mismo, pero no sin antes dejarle una última lección al pequeño tigre.
Su propio poder. Eso era algo que Daigo llevaba buscando mucho tiempo y apenas ahora lo entendía. Su fuerza no estaba en sus puños, ni siquiera en su lengua, sino que se encontraba en su alma.
—Mi propio poder... no lo olvidaré, Yubiwa-sensei...
Pero antes de poder escuchar su despedida, Yubiwa ya se había marchado, no sin antes derramar una sola lágrima.
Daigo, por su parte ya había derramado un mar de ellas.
Pero no podía quedarse allí y Kenzou lo sabía. Debía despertar, dejar de ver a su Kage disfrutar de un mojito y volver al mundo real.
De un chillido, una mujer consiguió devolver al peliverde a la realidad.
¿Que cómo sabía que esta vez no estaba alucinando? Sencillo. Todo dolía, mucho, y se encontraba fatal.
Qué bonito que era estar de vuelta.
En cuanto aquella mujer se lo indicó, el chico abrió la boca y tragó, sabiendo que era lo mejor para él.
—Bue... nos días... —dijo y sonrió, maltrecho.
Kumopansa se marchó y Yubiwa también tenía que hacer lo mismo, pero no sin antes dejarle una última lección al pequeño tigre.
Su propio poder. Eso era algo que Daigo llevaba buscando mucho tiempo y apenas ahora lo entendía. Su fuerza no estaba en sus puños, ni siquiera en su lengua, sino que se encontraba en su alma.
—Mi propio poder... no lo olvidaré, Yubiwa-sensei...
Pero antes de poder escuchar su despedida, Yubiwa ya se había marchado, no sin antes derramar una sola lágrima.
Daigo, por su parte ya había derramado un mar de ellas.
Pero no podía quedarse allí y Kenzou lo sabía. Debía despertar, dejar de ver a su Kage disfrutar de un mojito y volver al mundo real.
De un chillido, una mujer consiguió devolver al peliverde a la realidad.
¿Que cómo sabía que esta vez no estaba alucinando? Sencillo. Todo dolía, mucho, y se encontraba fatal.
Qué bonito que era estar de vuelta.
En cuanto aquella mujer se lo indicó, el chico abrió la boca y tragó, sabiendo que era lo mejor para él.
—Bue... nos días... —dijo y sonrió, maltrecho.
¡Muchas gracias a Nao por el sensual avatar y a Ranko por la pedazo de firma!
Team pescado.