11/10/2019, 23:04
Tras la cúpula de tierra, Kisame pudo aguantar la noche sin sufrir hipotermia. Su propio calor corporal se acumuló allí dentro, y le sirvió de calefacción rudimentaria, aunque una brisa helada le besaba de vez en cuando a través de la rendija que su técnica mantenía sin sellar. Por la mañana, despertó bien, pero helado y hambriento, y con un buen resfriado que le hacía moquear la nariz y sufrir un importante dolor de garganta.
Al menos, seguía vivo. Y eso era lo importante. Que podía seguir viajando.
Al menos, seguía vivo. Y eso era lo importante. Que podía seguir viajando.