4/12/2015, 10:12
Las cañas de bambú siempre le habían parecido uno de los especímenes de plantas más interesantes que podían existir. Por lo que caminar por aquel bosque de cañas de bambú, que se erguían orgullosas hacia el cielo como si en cualquier momento pudiera superar a las nubes le resultaba especialmente bonito.
Kimura iba prácticamente girando la cabeza para todos lados sin querer perderse un detalle del paisaje a medida que se iba acercando a Kuroshiro. Hacía ya tiempo que no visitaba el lugar, así que antes de lanzarse a la expedición a otros países o lugares, había preferido visitar aquel pequeño santuario a los pandas. Todavía recordaba sus ya pasados nueve años, la primera vez que visito el lugar y monto a lomos de un panda; y las ofrendas dejadas frente a las estatuas para los animales.
Pero ahora era diferente, aquel había sido un día de primavera soleado y caluroso. En el presente, la estación era invierno, y aunque la temperatura de unos doce grados seguía siendo agradable, en vez de un sol deslumbrante, eran los copos de nieve los que se arremolinaban alrededor del rostro del joven. Sus hermosos ojos celestes observaban con curiosidad a los elegantes copos caer en un lento descenso hasta el suelo, resaltados el color por la bufanda de vivo color rojo que llevaba anudada al cuello.
— Creo que ya estoy llegando… Solo espero que una pequeña nevada no les haga cerrar todo… — Imponentes estatuas talladas en blanco mármol de pandas le daban la bienvenida al pueblo, a cuya entrada el genin habia arribado. El sitio parecía animado, con numerosas familias y parejas paseando, yendo y viniendo entre las calles y tiendas. A ambos costados se podían observar hileras de estatuas en honor a los pandas. — No recordaba esto tan decorado, parece que el negocio ha sido prospero — Con una sonrisa de nostalgia infantil Takayama veía a los niños que paseaban encima de los pandas, llevados por los aldeanos encargados. De vez en cuando, también pasaban pandas con adolescentes, familias o más común, parejas que disfrutaban de un tranquilo paseo.
Tras meditar un momento, el muchacho se acerco hacia una de las vitrinas de la tienda de souvenir principal del pueblo, a plena vista en la entrada. Se quedo mirando una delicada estatuilla, con la figura de un panda en una escena inmortalizada mientras comía una caña de bambú.
Kimura iba prácticamente girando la cabeza para todos lados sin querer perderse un detalle del paisaje a medida que se iba acercando a Kuroshiro. Hacía ya tiempo que no visitaba el lugar, así que antes de lanzarse a la expedición a otros países o lugares, había preferido visitar aquel pequeño santuario a los pandas. Todavía recordaba sus ya pasados nueve años, la primera vez que visito el lugar y monto a lomos de un panda; y las ofrendas dejadas frente a las estatuas para los animales.
Pero ahora era diferente, aquel había sido un día de primavera soleado y caluroso. En el presente, la estación era invierno, y aunque la temperatura de unos doce grados seguía siendo agradable, en vez de un sol deslumbrante, eran los copos de nieve los que se arremolinaban alrededor del rostro del joven. Sus hermosos ojos celestes observaban con curiosidad a los elegantes copos caer en un lento descenso hasta el suelo, resaltados el color por la bufanda de vivo color rojo que llevaba anudada al cuello.
— Creo que ya estoy llegando… Solo espero que una pequeña nevada no les haga cerrar todo… — Imponentes estatuas talladas en blanco mármol de pandas le daban la bienvenida al pueblo, a cuya entrada el genin habia arribado. El sitio parecía animado, con numerosas familias y parejas paseando, yendo y viniendo entre las calles y tiendas. A ambos costados se podían observar hileras de estatuas en honor a los pandas. — No recordaba esto tan decorado, parece que el negocio ha sido prospero — Con una sonrisa de nostalgia infantil Takayama veía a los niños que paseaban encima de los pandas, llevados por los aldeanos encargados. De vez en cuando, también pasaban pandas con adolescentes, familias o más común, parejas que disfrutaban de un tranquilo paseo.
Tras meditar un momento, el muchacho se acerco hacia una de las vitrinas de la tienda de souvenir principal del pueblo, a plena vista en la entrada. Se quedo mirando una delicada estatuilla, con la figura de un panda en una escena inmortalizada mientras comía una caña de bambú.