25/10/2019, 21:29
Ranko se llenó de valor al sentir la los dedos de Mei entrelazarse con los suyos. Por un momento, todo se volvió como un recuerdo, aquellos en los que te fijas en algo muy especial y el resto no tiene importancia. Por un momento, la gente se tornó borrosa, el sonido de la muchedumbre se apagó, y los colores perdieron foco. Por un momento, sólo recordaría a sí misma y a Mei, tomadas de la mano.
Pero al momento siguiente, la realidad regresaría. El festival seguía allí, al igual que aquel gentío. Al alzar la mirada, Ranko se encontró con los ojos de muchos, y sintió la ansiedad acumularse. Sus pasos se tornaron algo tensos, y su mano apretó ligeramente la de Mei, sin llegar a lastimarla. Su rostro ardió de nuevo.
"Esto fue un error. Hay que irnos. ¡No! ¡Ranko decidida! ¿Recuerdas?"
Pero pronto se dio cuenta de algo. Las personas no se enfocaban en ellas en sí, sino en sus atuendos. Escuchó algunos cuchicheos al pasar cerca de una mujer sobre lo lindos que eran sus yukatas. El corazón de Ranko se alivió, pero su rostro no perdió el color carmesí. Normalmente, cualquier tipo de atención le haría encogerse, pero en ese momento y lugar, al lado de la Uzujin, sentía que podía soportarlo. Es más, podría disfrutarlo. Pronto, su mente comenzaría a vagar por un plano mágico.
"Están… viéndonos. Nuestras ropas realmente son hermosas, ¿No? ¡Kuu-chan hizo un gran trabajo al conseguirlas! ¿Nos vemos tan bien… juntas? Es como si fuésemos dos princesas. ¡Sí!¡Usagihime y Mushihime!"
Un tirón por parte de Mei sacó a Ranko de su ensimismamiento andante, y la llevó a uno de los puestos que vendían máscaras. Sus manos se soltaron, pero Ranko caminó rápidamente para alcanzar a su amiga. La Kusajin comparó las máscaras felinas que se le mostraban, y, después de unos segundos, eligió la primera, la de los ojos más grandes.
"Aunque si pudiera elegir, preferiría que nada tapase su rostro…" pensó de la nada.
Lo que vino después fue una pregunta importante. ¿Dónde comerían? Con su ya característico dedo en el mentón, Ranko pensó por un segundo. Era un festival, así que había un centenar de puestos de comida rápida. ¡Comer en ellos sería de lo más auténtico! Por otro lado, ir a un restaurante más formal sería más adecuado para Mei-hime, ¿no?
"Creo que será mucho más fácil encontrar algún puesto… Además, creo que Mei-san quería descansar después, ¿no? ¡Una cena sencilla sería lo mejor! Creo."
—Hay muchos lugares lindos aquí. ¡Podemos encontrar alguno que nos guste!
La mano de Ranko cobraría vida de nuevo, pues tomaría la de Mei para llevarla por un borde de la calle. No tiraría mucho de ella, pues no quería parecer maleducada. Sólo un tanto… decidida. Se sentía extremadamente rara al ser quien guiase, pero no dejaría de hacerlo por un rato. Pasarían frente algunos puestos de recuerdos y otros de baratijas, hasta que dieron con uno de comida.
Era un puesto no muy grande, adornado con figuritas de perros y gatos, como era de esperarse, y con farolillos colgando bajo el toldo. Parecía tener una gran variedad de comidas fritas y bocadillos típicos, en especial para fiestas como aquella. Una pareja rechonchita de edad madura lo atendía. Después de despedir a un grupo de niños con sendos taiyaki, la mujer se dirigió a las kunoichi mientras su marido revisaba algunos ingredientes.
—¡Hola, jovencitas! ¿Están disfrutando el festival? ¿Qué les puedo servir?
Ranko asintió efusivamente, pero cuando quiso contestar sintió el tartamudeo aglutinarse en su garganta. Sin embargo, un ligero apretón a la mano de Mei evitó que se trabara al hablar.
"Es casi terapéutico. Espero que no le moleste que la tome tanto de la mano…"
—Ikayaki. Si no es mucha molestia —Ranko había probado hacía mucho aquel platillo de calamar frito, y se le antojaba de nuevo —. ¿Qué le gustaría a Mei-san?
Pero al momento siguiente, la realidad regresaría. El festival seguía allí, al igual que aquel gentío. Al alzar la mirada, Ranko se encontró con los ojos de muchos, y sintió la ansiedad acumularse. Sus pasos se tornaron algo tensos, y su mano apretó ligeramente la de Mei, sin llegar a lastimarla. Su rostro ardió de nuevo.
"Esto fue un error. Hay que irnos. ¡No! ¡Ranko decidida! ¿Recuerdas?"
Pero pronto se dio cuenta de algo. Las personas no se enfocaban en ellas en sí, sino en sus atuendos. Escuchó algunos cuchicheos al pasar cerca de una mujer sobre lo lindos que eran sus yukatas. El corazón de Ranko se alivió, pero su rostro no perdió el color carmesí. Normalmente, cualquier tipo de atención le haría encogerse, pero en ese momento y lugar, al lado de la Uzujin, sentía que podía soportarlo. Es más, podría disfrutarlo. Pronto, su mente comenzaría a vagar por un plano mágico.
"Están… viéndonos. Nuestras ropas realmente son hermosas, ¿No? ¡Kuu-chan hizo un gran trabajo al conseguirlas! ¿Nos vemos tan bien… juntas? Es como si fuésemos dos princesas. ¡Sí!¡Usagihime y Mushihime!"
Un tirón por parte de Mei sacó a Ranko de su ensimismamiento andante, y la llevó a uno de los puestos que vendían máscaras. Sus manos se soltaron, pero Ranko caminó rápidamente para alcanzar a su amiga. La Kusajin comparó las máscaras felinas que se le mostraban, y, después de unos segundos, eligió la primera, la de los ojos más grandes.
"Aunque si pudiera elegir, preferiría que nada tapase su rostro…" pensó de la nada.
Lo que vino después fue una pregunta importante. ¿Dónde comerían? Con su ya característico dedo en el mentón, Ranko pensó por un segundo. Era un festival, así que había un centenar de puestos de comida rápida. ¡Comer en ellos sería de lo más auténtico! Por otro lado, ir a un restaurante más formal sería más adecuado para Mei-hime, ¿no?
"Creo que será mucho más fácil encontrar algún puesto… Además, creo que Mei-san quería descansar después, ¿no? ¡Una cena sencilla sería lo mejor! Creo."
—Hay muchos lugares lindos aquí. ¡Podemos encontrar alguno que nos guste!
La mano de Ranko cobraría vida de nuevo, pues tomaría la de Mei para llevarla por un borde de la calle. No tiraría mucho de ella, pues no quería parecer maleducada. Sólo un tanto… decidida. Se sentía extremadamente rara al ser quien guiase, pero no dejaría de hacerlo por un rato. Pasarían frente algunos puestos de recuerdos y otros de baratijas, hasta que dieron con uno de comida.
Era un puesto no muy grande, adornado con figuritas de perros y gatos, como era de esperarse, y con farolillos colgando bajo el toldo. Parecía tener una gran variedad de comidas fritas y bocadillos típicos, en especial para fiestas como aquella. Una pareja rechonchita de edad madura lo atendía. Después de despedir a un grupo de niños con sendos taiyaki, la mujer se dirigió a las kunoichi mientras su marido revisaba algunos ingredientes.
—¡Hola, jovencitas! ¿Están disfrutando el festival? ¿Qué les puedo servir?
Ranko asintió efusivamente, pero cuando quiso contestar sintió el tartamudeo aglutinarse en su garganta. Sin embargo, un ligero apretón a la mano de Mei evitó que se trabara al hablar.
"Es casi terapéutico. Espero que no le moleste que la tome tanto de la mano…"
—Ikayaki. Si no es mucha molestia —Ranko había probado hacía mucho aquel platillo de calamar frito, y se le antojaba de nuevo —. ¿Qué le gustaría a Mei-san?
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