8/11/2019, 17:31
—A buenas horas —soltó, sin contenerse. Se acarició la barbilla y frunció el ceño por unos largos segundos—. Eh, Hokori —Otra guardia, situado detrás de una larga línea roja que cruzaba la sala de lado a lado, hizo un gesto de cabeza—. Ve a buscar a Nathifa. Un ninja de Kusagakure quiere verla.
La mujer asintió y desapareció por unas escaleras que había al fondo a mano izquierda.
El espacio donde se encontraba Daigo era amplio y grande, iluminado por grandes paneles de luz que colgaban del techo. Un techo altísimo, lleno de bocinas altoparlantes colgadas. Las paredes estaban hechas de enormes bloques de piedra manchada —como si se hubiese producido un gran incendio y las hubiese ennegrecido de manera heterogénea—, y al frente, en el suelo, una gran línea roja cruzaba de lado a lado la entrada.
Había puertas a la izquierda y a la derecha. Daigo pudo leer sobre ellos carteles que ponían cosas como: Vestuarios; Sala de Reconocimiento; Sala de Armas; Sala de Identificación; Sala de Comportamiento. Al fondo, otra puerta, mucho más reforzadas que las laterales; y unas escaleras a mano izquierda que bajaban al subsuelo.
Tras casi veinte minutos de espera, Daigo oyó el sonido rítmico de un bastón tocando el suelo. Tac… Tac… Tac… Entonces, una mujer surgió al fondo, acompañada del guardia y de dos figuras más cuyo rostro ocultaban tras la máscara blanca. Los cabellos de fuego de la mujer estaban recogidos en un pulcro moño. Apenas tendrías cuarenta años, y vestía una chaqueta negra muy sobria.
Tac… Tac… Tac. Se quedó justo tras la línea roja.
—Habla.
La mujer asintió y desapareció por unas escaleras que había al fondo a mano izquierda.
El espacio donde se encontraba Daigo era amplio y grande, iluminado por grandes paneles de luz que colgaban del techo. Un techo altísimo, lleno de bocinas altoparlantes colgadas. Las paredes estaban hechas de enormes bloques de piedra manchada —como si se hubiese producido un gran incendio y las hubiese ennegrecido de manera heterogénea—, y al frente, en el suelo, una gran línea roja cruzaba de lado a lado la entrada.
Había puertas a la izquierda y a la derecha. Daigo pudo leer sobre ellos carteles que ponían cosas como: Vestuarios; Sala de Reconocimiento; Sala de Armas; Sala de Identificación; Sala de Comportamiento. Al fondo, otra puerta, mucho más reforzadas que las laterales; y unas escaleras a mano izquierda que bajaban al subsuelo.
Tras casi veinte minutos de espera, Daigo oyó el sonido rítmico de un bastón tocando el suelo. Tac… Tac… Tac… Entonces, una mujer surgió al fondo, acompañada del guardia y de dos figuras más cuyo rostro ocultaban tras la máscara blanca. Los cabellos de fuego de la mujer estaban recogidos en un pulcro moño. Apenas tendrías cuarenta años, y vestía una chaqueta negra muy sobria.
Tac… Tac… Tac. Se quedó justo tras la línea roja.
—Habla.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado