30/11/2019, 19:28
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—¿Y ahora?.
—Sí, cariño, ahora sí ya llegamos.
—¡Aaaay, al fin!
Una carroza claramente costosa y muy elegante entró por las calles de Yamiria. Estaba hecha de madera oscura, de aspecto costoso y muy bien cuidado, y brillantes ornamentos metálicos plateados. A cada lado llevaba un emblema: una orquídea blanca con forma de ave, en un círculo. El vehículo, tirado de un par de caballos color crema y manejado por un hombre y una mujer de vestimentas sencillas color salmón, se adentró en la ciudad y se detuvo frente a una posada lujosa. Las puertas del carruaje se abrieron: una de par en par y otra delicadamente.
—¡Ah, Yamiria! ¡Qué lugar tan perfecto para los negocios! —dijo al bajar un hombre de cabellos cortos y barba creciente, vestido con un kimono masculino azul oscuro y plateado.
Le siguió una mujer de piel morena y cabellera carmesí, ataviada en un hermoso kimono violáceo. Su manga derecha estaba agarrada a la altura del codo por un broche dorado, denotando la falta de su brazo.
—Tiene muy buena pinta, es cierto.
Por la puerta que había sido abierta violentamente salió una adolescente bajita, de cortos cabellos rojos, con una blusa larga y pantalones de aspecto moderno.
—¡Estoy cansada! —gritó —. ¡Qué viaje tan tedioso! ¡Tengo hambre! ¡Tengo sed! ¡Tengo ganas de romper algo!
Detrás de ella salió una alta chica de piel morena y cabellos castaños, con expresión preocupada. Vestía una blusa azul cielo de mangas anchas y bordes blancos, y un pantalón de artes marciales azul marino.
—Kuu-chan, no puedes romper nada aquí…
—¡¿Ah, no?! —contestó Kuumi, la hermana de Ranko, con una mirada en extremo desafiante.
—Sí, fue un viaje largo —Komachi, su madre, se les acercó —. Su padre y yo prepararemos las habitaciones. ¿Quieren salir a relajarse por mientras? Tenemos todo el día.
—¡SÍ! —La voz de Kuumi sonaba un tanto grosera — . Veré qué comen en este lugar. ¿Vienes Ranko?
—Y-yo, eh…
Ranko giró la cabeza hacia la calle, haciendo que su larga trenza bailara tras de ella. Era un lugar mucho más bullicioso que a lo que estaba acostumbrada. Aunque casi cualquier ciudad lo era.
"Pero sobreviví a Notsuba. Y a Yugakure. Y ambas eran ciudades muy movidas. Y estamos en el País del Remolino, así que es probable… no, posible que pueda ver a…"
Pero al girar la cabeza de nuevo, Kuumi ya no estaba. Su melena roja se alejaba entre la multitud, y Ranko entendió que su hermana no estaba de humor para esperarla. Tendría que explorar Yamiria sola.
—No olvides, Kuu-chan… —dijo de repente Kizaemon, su padre, mientras dirigía a los sirvientes, quienes habían estado manejando el carruaje, para bajar equipaje y otros paquetes del vehículo. Komachi ya había entrado al edificio —. Ah, ya se fue. Bueno, no olvides, Ran-chan. Hotel Kinsai. No llegues tan tarde, que hay que dar una buena impresión mañana. No te descuides, aunque parezca una hermosa e inofensiva urbe. Y siempre deja en alto a la familia Sagisō.
—Sí, padre.
Yamiria era, por supuesto, una ciudad enorme, tanto en cuestión de tamaño como en densidad. Había demasiadas personas: comerciantes, turistas, uno que otro guerrero… Aunque podría ser interesante charlar con alguno que otro, la Kusajin lo encontró todo agobiante. Caminó por un rato, intentando evadir cualquier roce de hombros, y murmuraba un quedísimo "disculpe" cada que no podía. Pasaba por las tiendas y veía las cosas de lejos, por más lindas o apetecibles que se miraran, pues le costaba aún armarse de valor.
"¡Vamos! ¿Qué pasó con la Ranko decidida?" se regañó mentalmente "Aunque siendo sincera… Creo que es solo la primera impresión. Tal vez si descanso un rato, me aclimataré a este sitio… y todo será más fácil. ¡Sí, eso debe de ser!"
Entonces dio con el oasis que estaba buscando: una plaza circular que rodeaba un árbol, bordeada de asientos de madera. Se había dado cuenta que en casi todos los centros urbanos había al menos un espacio así, un área para respirar. Claro, el objetivo original era tal vez que la gente comiera allí, o combatir un exceso de flujo peatonal. ¿Quién sabía? Lo importante era que en ese momento sólo había un trío de amigos charlando en el borde de la plaza, por lo que sería el lugar apropiado para descansar del bullicio.
Ranko caminó y se sentó del lado opuesto a los chicos, y soltó un suave suspiro. Respiró profundamente mientras cerraba los ojos. El aire estaba frío, naturalmente, mas no había caído ni un copo de nieve recientemente.
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