2/12/2019, 17:09
No iba al País de la Espiral desde verano, y por supuesto nunca había estado allí en invierno. Lentamente, el frío aire del sureste de Onindo calmó los nervios de Ranko. El sonido de su respiración pronto opacó el ruido de la calle.
”Tú puedes, Ranko. Eso. Tranquila. La Princesa Conejo no se debe intimidar por las grandes ciudades. ¡Ya no más!"
La Kusajin se imaginó rodeada de una ardiente aura inspiradora, y sintió que incluso podría calentar los vientos de Yamiria. Abrió los ojos y se puso de pie de un salto. El ver que el gentío seguía por la calle sin más mermó levemente su inspiración, pero no la agitó mucho. Respiró profundamente de nuevo, animada, al menos por el momento, para seguir recorriendo la urbe. Tal vez consiguiese algo de comer…
Sin embargo, antes de que diera un paso se dio cuenta de algo. Una personita que caminaba de un lado a otro de la plaza. Habría pasado desapercibida si no estuviera en un área relativamente abierta, y si no estuviese repitiendo su movimiento.
"Es sólo una niña… ¿Dónde están sus padres? ¡Ay, cielos! ¿Estará perdida? Debería ¿Ayudarla? No recuerdo bien dónde estoy yo, ¿No sería contraproducente? No, ¡Peor sería quedarme sin hacer nada! Pero ¿Y si no está perdida? Tal vez sólo está esperando a alguien que está tardando mucho… ¡Si es así entonces yo sería una metiche! Ay, cielos…"
La chica de la trenza respiró profundamente una última vez y susurró para sí.
—Ranko decidida.
Con un par de pasos tímidos, Ranko se acercó a la pequeña. Al tenerla a unos metros se dio cuenta de lo pequeña que era, o de lo alta que era ella misma, pues la niña medía poco más de dos tercios la estatura de Ranko. Tragó saliva.
—Di… Disculpa. ¿Estás… Estás bien? —soltaría Ranko, intentando no sonar nerviosa.
”Tú puedes, Ranko. Eso. Tranquila. La Princesa Conejo no se debe intimidar por las grandes ciudades. ¡Ya no más!"
La Kusajin se imaginó rodeada de una ardiente aura inspiradora, y sintió que incluso podría calentar los vientos de Yamiria. Abrió los ojos y se puso de pie de un salto. El ver que el gentío seguía por la calle sin más mermó levemente su inspiración, pero no la agitó mucho. Respiró profundamente de nuevo, animada, al menos por el momento, para seguir recorriendo la urbe. Tal vez consiguiese algo de comer…
Sin embargo, antes de que diera un paso se dio cuenta de algo. Una personita que caminaba de un lado a otro de la plaza. Habría pasado desapercibida si no estuviera en un área relativamente abierta, y si no estuviese repitiendo su movimiento.
"Es sólo una niña… ¿Dónde están sus padres? ¡Ay, cielos! ¿Estará perdida? Debería ¿Ayudarla? No recuerdo bien dónde estoy yo, ¿No sería contraproducente? No, ¡Peor sería quedarme sin hacer nada! Pero ¿Y si no está perdida? Tal vez sólo está esperando a alguien que está tardando mucho… ¡Si es así entonces yo sería una metiche! Ay, cielos…"
La chica de la trenza respiró profundamente una última vez y susurró para sí.
—Ranko decidida.
Con un par de pasos tímidos, Ranko se acercó a la pequeña. Al tenerla a unos metros se dio cuenta de lo pequeña que era, o de lo alta que era ella misma, pues la niña medía poco más de dos tercios la estatura de Ranko. Tragó saliva.
—Di… Disculpa. ¿Estás… Estás bien? —soltaría Ranko, intentando no sonar nerviosa.
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