Recientemente Rōga había procrastinado en exceso, ¿a qué se debía? Quién sabe, que a veces los cambios de humor de un preadolescente eran impredecibles. Lo cierto es que luego de pasar el setenta por ciento del tiempo metiéndose en problemas, lo raro es que por fin estaba llevando un ritmo más calmado para un shinobi. Tenía mucho en lo qué reflexionar, principalmente, en el hecho de que a poco más de un año de su graduación aún no tenía los requisitos para entrar al examen chuunin. Increíblemente, había evadido en su totalidad las misiones de Rango D que tan necesarias le eran para llenar el currículo. "La burocracia es un asco." Su pensar nunca iba a cambiar, pues era un enemigo acérrimo de los protocolos.
De todas maneras, estaban ya en el último mes del año y sentía una leve melancolía la recordar todas las aventuras que vivió a lo largo del año. Ciertamente se había metido en muchos problemas sin recibir dinero o reconocimiento alguno, pues a pesar de sus hazañas estas no tenían valor alguno si no estaban redactas en un pergamino sellado. En fin, básicamente no tenía forma de validar nada. "Aunque no puedo quejarme, tampoco quiero más responsabilidades por ahora." Lo principal, es que podía darse el lujo de continuar con su supuesta carrera artística sin mayores problemas.
Es lo que nos lleva hasta aquí, a cierto restaurante sin nombre o letrero alguno, al fondo de un callejón donde vendían extrañas mercancías exóticas en uno de los tantos rincones del Distrito Comercial. Ya no era sólo el chico de los karaokes, pues ahora podía presumir de interpretar su música en el escenario con mérito propio, aunque no todos entendieran su ritmo.
—¡YOSHA!— Anunciaría alegre tras subirse al escenario.
Si su sola y extravagante apariencia no bastaba para llamar la atención, aquella guitarra con filo de hacha era cuanto menos llamativa. No había cables, pero como por arte de magia esta sonaba con fuerza al rasgar sus cuerdas de acero.
Y pese a su energética presentación, cuando empezó a tocar el sonido eléctrico del instrumento sonaba melódico y triste, mientras el cantaba suavemente a los presentes.
¿Que era lo que deseaba transmitir con esas palabras? Quizá sólo buscaba desahogarse sin que realmente alguien entendiera su sentimiento, cuando terminó se bajó tras los aplausos y se dirigió a su mesa de siempre, esperando que la mesera llegase a tomar la orden. No era habitual en él cantar ese tipo de letras, ¿que le rondaba por la cabeza?
De todas maneras, estaban ya en el último mes del año y sentía una leve melancolía la recordar todas las aventuras que vivió a lo largo del año. Ciertamente se había metido en muchos problemas sin recibir dinero o reconocimiento alguno, pues a pesar de sus hazañas estas no tenían valor alguno si no estaban redactas en un pergamino sellado. En fin, básicamente no tenía forma de validar nada. "Aunque no puedo quejarme, tampoco quiero más responsabilidades por ahora." Lo principal, es que podía darse el lujo de continuar con su supuesta carrera artística sin mayores problemas.
Es lo que nos lleva hasta aquí, a cierto restaurante sin nombre o letrero alguno, al fondo de un callejón donde vendían extrañas mercancías exóticas en uno de los tantos rincones del Distrito Comercial. Ya no era sólo el chico de los karaokes, pues ahora podía presumir de interpretar su música en el escenario con mérito propio, aunque no todos entendieran su ritmo.
—¡YOSHA!— Anunciaría alegre tras subirse al escenario.
Si su sola y extravagante apariencia no bastaba para llamar la atención, aquella guitarra con filo de hacha era cuanto menos llamativa. No había cables, pero como por arte de magia esta sonaba con fuerza al rasgar sus cuerdas de acero.
Y pese a su energética presentación, cuando empezó a tocar el sonido eléctrico del instrumento sonaba melódico y triste, mientras el cantaba suavemente a los presentes.
Quiero que comentemos, como empezó esta agonizante conversación.
Lo irrelevantes que son, nuestras charlas sobre ayer y hoy
Me balanceo, me balanceo, me balanceo y sigo balanceándome.
Mientras sigo este juego, oh baby.
¡No puede ser cierto! ¡Es imposible! ¡Mi moral ha sido confundida!
Tu mundo a cambiado mi mundo
Para que las cosas sigan igual, es que mejor que todo se quede como está. Probablemente.
Lo irrelevantes que son, nuestras charlas sobre ayer y hoy
Me balanceo, me balanceo, me balanceo y sigo balanceándome.
Mientras sigo este juego, oh baby.
¡No puede ser cierto! ¡Es imposible! ¡Mi moral ha sido confundida!
Tu mundo a cambiado mi mundo
Para que las cosas sigan igual, es que mejor que todo se quede como está. Probablemente.
¿Que era lo que deseaba transmitir con esas palabras? Quizá sólo buscaba desahogarse sin que realmente alguien entendiera su sentimiento, cuando terminó se bajó tras los aplausos y se dirigió a su mesa de siempre, esperando que la mesera llegase a tomar la orden. No era habitual en él cantar ese tipo de letras, ¿que le rondaba por la cabeza?