14/12/2015, 21:21
La cara de estupefacto del chico fue abismal. De hecho, no logró terminar las palabras que en un principio le iba a dirigir, seguramente en pregunta de porqué estaba tan seguro de que no había sido la misma bestia la causante de tanta agonía. Agonía, palabra tan corta que a muchos les vino tan larga.
Sin embargo, su dantesca sonrisa casi se reprime ante la nueva pregunta que el chico formuló. El pelirrojo no cabía a entender cómo había sido capaz de sobrevivir al ataque del kyuubi, la bestia de nueve colas. Diantres, de ser cierto, si que sería una auténtica proeza... aunque su suerte tampoco había distado demasiado, un demonio con colas lo es aquí y en Pekín. Haber escapado del cuatro colas ya tenía su mérito, era innegable. Para cuando quiso pensar, debía dar una respuesta a dicha pregunta, y evidentemente no podía ser la verdad.
«A saber qué clase de bulo anda rondando por ahí... ¿El Kyuubi?»
Con parsimonia, devolvió el trozo de metal a sus ropajes, escondiéndolo como oro en paño. Realmente lo era, quizás en algún momento le fuere de vital importancia, o meramente para comerciar.
—Te equivocas... No hay ningún superviviente. Estoy seguro de ello, estuve allí tras el ataque.—
Contestó con desdén, recordando que el último de los supervivientes cayó a sus manos. Por suerte para él... ¿Quién mejor para salvarlo que un conocido? Toda una suerte.
—En un desastre como ese, siempre hay tesoros que salvar.—
El rol de cazatesoros o asaltatumbas no le pegaba ni con pegamento, pero oye... que de peores oficios se vive. Tampoco iba a decirle que era el vigilante de ésta urbe, pues eso si que iba a ser ridículo. Al menos con ese oficio ficticio, las preguntas venideras estarían algo mas aclaradas, desde el porqué estaba allí hasta el porqué tenía la bandana de Kusagakure.
Sin embargo, su dantesca sonrisa casi se reprime ante la nueva pregunta que el chico formuló. El pelirrojo no cabía a entender cómo había sido capaz de sobrevivir al ataque del kyuubi, la bestia de nueve colas. Diantres, de ser cierto, si que sería una auténtica proeza... aunque su suerte tampoco había distado demasiado, un demonio con colas lo es aquí y en Pekín. Haber escapado del cuatro colas ya tenía su mérito, era innegable. Para cuando quiso pensar, debía dar una respuesta a dicha pregunta, y evidentemente no podía ser la verdad.
«A saber qué clase de bulo anda rondando por ahí... ¿El Kyuubi?»
Con parsimonia, devolvió el trozo de metal a sus ropajes, escondiéndolo como oro en paño. Realmente lo era, quizás en algún momento le fuere de vital importancia, o meramente para comerciar.
—Te equivocas... No hay ningún superviviente. Estoy seguro de ello, estuve allí tras el ataque.—
Contestó con desdén, recordando que el último de los supervivientes cayó a sus manos. Por suerte para él... ¿Quién mejor para salvarlo que un conocido? Toda una suerte.
—En un desastre como ese, siempre hay tesoros que salvar.—
El rol de cazatesoros o asaltatumbas no le pegaba ni con pegamento, pero oye... que de peores oficios se vive. Tampoco iba a decirle que era el vigilante de ésta urbe, pues eso si que iba a ser ridículo. Al menos con ese oficio ficticio, las preguntas venideras estarían algo mas aclaradas, desde el porqué estaba allí hasta el porqué tenía la bandana de Kusagakure.