11/01/2020, 17:29
(Última modificación: 12/01/2020, 21:22 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Quizá porque ya no podía mantener la técnica, o quizá porque esta tenía un efecto limitado, el hombre con rostro de comadreja —que ya estaba hundido de cintura para abajo—, consiguió arrastrarse hasta su salida y caer a terreno firme, boca arriba. Sin aliento, tuvo que tomarse unos largos segundos antes de erguirse y dirigirse hacia el resto del grupo, sudando la gota gorda.
—¡Uff! Eso estuvo cerca. ¡Pensé que no lo contaba!
Masahiro le contempló por encima de las gafas un breve momento antes de volver a posar su mirada en la criminal.
—Tenías razón, Comadreja. Nos has llevado hasta ella. En cuanto volvamos a la prisión, obtendrás tu recompensa.
Mientras tanto, la Esclava cumplía a rajatabla la orden realizada por el guardia de prisión. Primero, noquearla. Y para ello descargó su puño, una, y otra, y otra vez en el rostro de Kasaru. Sin ningún tipo de pasión en ello. Sin furia, sin rabia, sin desesperación ni regocijo. Era como una máquina descargando golpes como la mayor de sus rutinas.
Kasaru forcejeaba. Levantaba una mano. Trataba de cubrirse inútilmente. Cada vez que recibía un impacto, su cabeza se balanceaba de arriba abajo y la sangre salpicaba la arena. Y seguía sin rendirse, y seguía sin rendirse, y seguía sin…
Un puñetazo directo a la sien que la dejó grogui. Una de sus manos, que apretaba con fuerza la camisa de la Esclava, aflojó su agarre. Su cabeza cayó, ladeada, y sus ojos aterrizaron en Daigo. En su madre. En su hija…
Fue la última vez que la vio.
La Esclava procedió a cruzar los brazos de Kasaru tras la espalda y esposarla.
—En vista de su colaboración, voy a intentar creerme que en verdad no sabían de la condición de esta criminal. —Cosa que era muy difícil de creer viendo como anciana y niña no dejaban de sollozar, abrazadas en el suelo—. No se preocupen, no les volverá a molestar —miró al resto—. Venga, vámonos. Cuanto antes volvamos a Inaka, mejor.
La Esclava se cargó a Kasaru al hombro —con una facilidad pasmosa, hay que decir— y, si Daigo no hacía o decía nada para impedirlo, emprenderían su marcha de vuelta a Inaka.
—¡Uff! Eso estuvo cerca. ¡Pensé que no lo contaba!
Masahiro le contempló por encima de las gafas un breve momento antes de volver a posar su mirada en la criminal.
—Tenías razón, Comadreja. Nos has llevado hasta ella. En cuanto volvamos a la prisión, obtendrás tu recompensa.
Mientras tanto, la Esclava cumplía a rajatabla la orden realizada por el guardia de prisión. Primero, noquearla. Y para ello descargó su puño, una, y otra, y otra vez en el rostro de Kasaru. Sin ningún tipo de pasión en ello. Sin furia, sin rabia, sin desesperación ni regocijo. Era como una máquina descargando golpes como la mayor de sus rutinas.
Kasaru forcejeaba. Levantaba una mano. Trataba de cubrirse inútilmente. Cada vez que recibía un impacto, su cabeza se balanceaba de arriba abajo y la sangre salpicaba la arena. Y seguía sin rendirse, y seguía sin rendirse, y seguía sin…
¡¡¡PAAAMMMM!!!
Un puñetazo directo a la sien que la dejó grogui. Una de sus manos, que apretaba con fuerza la camisa de la Esclava, aflojó su agarre. Su cabeza cayó, ladeada, y sus ojos aterrizaron en Daigo. En su madre. En su hija…
¡PPAAAAMMM!
Fue la última vez que la vio.
La Esclava procedió a cruzar los brazos de Kasaru tras la espalda y esposarla.
—En vista de su colaboración, voy a intentar creerme que en verdad no sabían de la condición de esta criminal. —Cosa que era muy difícil de creer viendo como anciana y niña no dejaban de sollozar, abrazadas en el suelo—. No se preocupen, no les volverá a molestar —miró al resto—. Venga, vámonos. Cuanto antes volvamos a Inaka, mejor.
La Esclava se cargó a Kasaru al hombro —con una facilidad pasmosa, hay que decir— y, si Daigo no hacía o decía nada para impedirlo, emprenderían su marcha de vuelta a Inaka.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado