12/01/2020, 18:15
Y entonces, sucedió lo que muchos catalogarían de milagro, y otros tantos de la desgracia más grande del mundo. Cuando todo parecía estar perdido para Kasaru, cuando la ley iba a cumplirse y la paz y tranquilidad iba a continuar en aquella pequeña aldea —si bien una paz triste y trágica para algunos de ellos—, sucedió lo impensable.
Lo inimaginable.
Lo grandioso.
Tsukiyama Daigo se posicionó. Tarde, pero lo hizo, con la determinación y la fuerza de un vendaval. Como el mismo que se precipitó sobre las piernas de la Kaguya y la hizo hincar la rodilla, derrumbándose sobre el suelo y soltando el fajo que era Kasaru.
Daigo oyó un grito, más no vino de la Esclava, sino de Masahiro. Él también había recibido el impacto, y chillaba y lloraba retorciéndose en el suelo, agarrándose unas piernas que no dejaban de sangrar. La Esclava, en cambio, no sangraba. Ni daba muestras de dolor. Primero, por su gran resistencia. Y, segundo, quizá porque un esclavo ni siquiera tenía derecho a quejarse.
—¡P-pero chico! ¿A q-qué viene esto, hombre? —Comadreja se había librado por los pelos y había corrido a cobijarse tras el poste que mantenía al dromedario atado.
La Esclava tuvo que esforzarse por levantarse. No porque diese muestras de dolor, simplemente porque sus piernas no parecían funcionarle correctamente. Miró a Daigo a través de la máscara, y le apuntó con un dedo.
Se oyó un chasquido, y un hueso salió disparado en dirección al pecho del kusajin.
Lo inimaginable.
Lo grandioso.
Tsukiyama Daigo se posicionó. Tarde, pero lo hizo, con la determinación y la fuerza de un vendaval. Como el mismo que se precipitó sobre las piernas de la Kaguya y la hizo hincar la rodilla, derrumbándose sobre el suelo y soltando el fajo que era Kasaru.
Daigo oyó un grito, más no vino de la Esclava, sino de Masahiro. Él también había recibido el impacto, y chillaba y lloraba retorciéndose en el suelo, agarrándose unas piernas que no dejaban de sangrar. La Esclava, en cambio, no sangraba. Ni daba muestras de dolor. Primero, por su gran resistencia. Y, segundo, quizá porque un esclavo ni siquiera tenía derecho a quejarse.
—¡P-pero chico! ¿A q-qué viene esto, hombre? —Comadreja se había librado por los pelos y había corrido a cobijarse tras el poste que mantenía al dromedario atado.
La Esclava tuvo que esforzarse por levantarse. No porque diese muestras de dolor, simplemente porque sus piernas no parecían funcionarle correctamente. Miró a Daigo a través de la máscara, y le apuntó con un dedo.
Se oyó un chasquido, y un hueso salió disparado en dirección al pecho del kusajin.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado