13/01/2020, 17:44
Fue apenas un parpadeo, la luz del relámpago antes de oírse el trueno. El cuerpo de Daigo se iluminó como las fauces de un dragón antes de escupir llamaradas, y con su puño por delante, atravesó la gigantesca mole de piedra como una flecha haría con un trozo de mantequilla. El gólem estalló en mil añicos, desmoronándose como un castillo de arena. Daigo salió de entre el polvo y siguió avanzando, con una mano preparada para un sello, y la otra con esposas supresoras de chakra.
—Comadreja… ¡Comadreja! —balbuceaba Masahiro, quien se había vendado una de las dos piernas. Se le habían caído las gafas, estaba pálido como la cera y sudaba a raudales—. Ayúdame… Ayúdame a hacerme un torniquete…
Había perdido demasiada sangre y la fuerza se le escapaba de entre los dedos.
—Tú aguanta… ¡Aguanta! —exclamó Comadreja, sin ninguna gana de exponerse.
—Pedazo… imbécil. ¡Ven aquí o te quedas sin recompensa, hostia!
Comadreja dio un brinco y corrió hasta él como un perro al que han lanzado un hueso.
La Esclava, mientras tanto, observaba imperturbable. Nada en aquel mundo le preocupaba, porque para tener miedo, antes se necesita amar algo lo suficiente para no querer perderlo. De improvisto, múltiples huesos empezaron a surgir de su cuerpo como brotes verdes en un cultivo kusajin. De sus codos, de sus rodillas, de sus antebrazos, de sus hombros, pecho, abdomen, espalda…
Era la tercera de las cinco danzas del clan Kaguya.
—Comadreja… ¡Comadreja! —balbuceaba Masahiro, quien se había vendado una de las dos piernas. Se le habían caído las gafas, estaba pálido como la cera y sudaba a raudales—. Ayúdame… Ayúdame a hacerme un torniquete…
Había perdido demasiada sangre y la fuerza se le escapaba de entre los dedos.
—Tú aguanta… ¡Aguanta! —exclamó Comadreja, sin ninguna gana de exponerse.
—Pedazo… imbécil. ¡Ven aquí o te quedas sin recompensa, hostia!
Comadreja dio un brinco y corrió hasta él como un perro al que han lanzado un hueso.
La Esclava, mientras tanto, observaba imperturbable. Nada en aquel mundo le preocupaba, porque para tener miedo, antes se necesita amar algo lo suficiente para no querer perderlo. De improvisto, múltiples huesos empezaron a surgir de su cuerpo como brotes verdes en un cultivo kusajin. De sus codos, de sus rodillas, de sus antebrazos, de sus hombros, pecho, abdomen, espalda…
Era la tercera de las cinco danzas del clan Kaguya.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado