15/01/2020, 01:05
Eran las horas de la mañana, siendo que las copiosas lluviosas del invierno enfriaban la temperatura ambiente más de lo habitual. Faltaban unos pocos minutos para que los relojes marcasen las siete; hora en la que muchos salían de sus casas para emprender sus labores. Una excepción a esto podían ser los shinobi sin un puesto o cargo fijo, los cuales únicamente laboraban cuando se les llamaba o cuando ellos mismos solían solicitar alguna misión. La historia de hoy iba a ser del primer caso.
Más pronto que tarde, en el restaurante de Nanashi, alguien llegaría. Pero este no era un comensal común y corriente, no. Se escucharían tres suaves golpes que llamaban a la puerta principal del establecimiento, suaves como si se estuviesen dando con una palma abierta o una mano cubierta con algo suave.
Para quién saliera a ver, descubriría que no se trataba de una persona, sino de un animal.
Un doberman inusualmente alto, con una altura que llegaba fácilmente a los dos metros incluyendo la cabeza, se encontraba parado con un pergamino en la boca mientras el agua de la lluvia caía encima de él. Más allá de su imponente tamaño, el segundo detalle a resaltar era la bandana de Amegakure que tenía atada a manera de collar.
El animal simplemente esperaba paciente.