15/01/2020, 23:02
Akame contuvo la respiración un momento justo antes de que una de las monjas le parase. Había estado tan cerca... ¡Casi saboreaba el aire fresco de la noche! ¡Y Rōga había conseguido escapar, estaba todo hecho ya!
No todo, claro. La última línea de defensa de las ancianas se intepronía entre él y el exterior. La luz de la Luna que se filtraba al interior le daba a todo un toque mortecino, casi taciturno, que unido con el tenebroso silencio del templo le hizo por primera vez sentirse incómodo allí dentro.
En un primer momento pensó en tratar de mentir, pero pronto vio que aquello sería inútil. Las monjas tenían buen oído y captarían que su voz no era la de una de ellas, incluso si intentaba imitarlas. Suspiró. Parecía que, por mucho que se esforzase siempre terminaba con sangre. Siempre.
El Uchiha levantó el brazo derecho y el kunai que tenía oculto bajo la manga salió como un resorte. Sin miramientos lo clavó en la garganta de la monja que le había interpelado, primero para que dejara de ser un obstáculo, y segundo para que no pudiera advertir o comandar a las demás con su voz. Seguidamente, sin perder un segundo, sus manos empuñaron la chokutō y descargaron un tajo que buscaba seccionar el brazo de la monja cuyo bastón se interponía en su camino.
No podía permitirse fallar. Incluso si eran mujeres ancianas y poco entrenadas, entre diez de ellas a corta distancia podrían ponerle en un aprieto; y entonces tendría que matar a muchas más. Si su jugada tenía éxito, el Uchiha trataría de atravesar el umbral y huir de allí a todo correr.
No todo, claro. La última línea de defensa de las ancianas se intepronía entre él y el exterior. La luz de la Luna que se filtraba al interior le daba a todo un toque mortecino, casi taciturno, que unido con el tenebroso silencio del templo le hizo por primera vez sentirse incómodo allí dentro.
En un primer momento pensó en tratar de mentir, pero pronto vio que aquello sería inútil. Las monjas tenían buen oído y captarían que su voz no era la de una de ellas, incluso si intentaba imitarlas. Suspiró. Parecía que, por mucho que se esforzase siempre terminaba con sangre. Siempre.
El Uchiha levantó el brazo derecho y el kunai que tenía oculto bajo la manga salió como un resorte. Sin miramientos lo clavó en la garganta de la monja que le había interpelado, primero para que dejara de ser un obstáculo, y segundo para que no pudiera advertir o comandar a las demás con su voz. Seguidamente, sin perder un segundo, sus manos empuñaron la chokutō y descargaron un tajo que buscaba seccionar el brazo de la monja cuyo bastón se interponía en su camino.
No podía permitirse fallar. Incluso si eran mujeres ancianas y poco entrenadas, entre diez de ellas a corta distancia podrían ponerle en un aprieto; y entonces tendría que matar a muchas más. Si su jugada tenía éxito, el Uchiha trataría de atravesar el umbral y huir de allí a todo correr.