16/01/2020, 02:30
Un grito ahogado y todas finalmente giraron la cabeza, una segunda voz aullando de horror puro al ver su extremidad superior amputada, y las chamanas finalmente rompieron su formación.
Akame ya había pasado a través de la barrera y se estaba dando a la fuga. Ya no había un chirriante piso que indicara a los cuatro vientos cual era su posición, pero si iba a toda velocidad no podría esconder del todo el sonido de sus pasos. Una de las guerreras en medio de la confusión, perdió la compostura y en un ataque de nervios terminó cayendo al suelo. Las dos que estaban más cerca de las víctimas socorrieron a aquella que acababa de desmayarse de la impresión y el dolor causado por la mutilación. Una tercera se acercó a la primera caída, aquella que ahora yacía muerta y sin signos vitales. Seis no estaban tras de él, dejando sólo a cuatro para actuar.
Sin órdenes exactas, su mejor intento fue lanzar nuevamente sus bastones para intentar interceptar al atacante en su última huida, aunque debido a la conmoción no eran capaces de ejecutar la maniobra con toda la precisión requerida.
Una vara intersectó la trayectoria de otra, cayendo al suelo antes de tiempo. Las otras dos iban paralelas, con dirección a la espalda del shinobi. Estaba fuera del templo, pero aún estaba dentro del muro que marcaba la barrera. Era quizá, el último obstáculo real.
Akame ya había pasado a través de la barrera y se estaba dando a la fuga. Ya no había un chirriante piso que indicara a los cuatro vientos cual era su posición, pero si iba a toda velocidad no podría esconder del todo el sonido de sus pasos. Una de las guerreras en medio de la confusión, perdió la compostura y en un ataque de nervios terminó cayendo al suelo. Las dos que estaban más cerca de las víctimas socorrieron a aquella que acababa de desmayarse de la impresión y el dolor causado por la mutilación. Una tercera se acercó a la primera caída, aquella que ahora yacía muerta y sin signos vitales. Seis no estaban tras de él, dejando sólo a cuatro para actuar.
Sin órdenes exactas, su mejor intento fue lanzar nuevamente sus bastones para intentar interceptar al atacante en su última huida, aunque debido a la conmoción no eran capaces de ejecutar la maniobra con toda la precisión requerida.
Una vara intersectó la trayectoria de otra, cayendo al suelo antes de tiempo. Las otras dos iban paralelas, con dirección a la espalda del shinobi. Estaba fuera del templo, pero aún estaba dentro del muro que marcaba la barrera. Era quizá, el último obstáculo real.