17/01/2020, 12:51
Komaru, sentado sobre el taburete que lo aupaba a la barra, balanceó sus piernecitas en el aire. Tan pequeño era que no llegaba al suelo.
—¡Es obvio! —respondió a la primera pregunta de Roga—. Todo el mundo sabe que son los monstruos los que se llevan a la gente por la noche, ¿acaso no te lo han dicho nunca? ¡Y tú no eres de aquí, así que tienes que ser el monstruo!
—Komaru... —le reprendió el tabernero.
Pero, ante la segunda pregunta, el chiquillo bajó la cabeza. Miró de reojo a su padre, después volvió a mirar de reojo a Roga, y finalmente dirigió sus ojos al suelo.
—Bueno... yo lo dije, pero nadie me cree... —balbuceó, con un hilo de voz.
La dependienta de Chis Chas decidió encaminarse hacia la periferia de Yukio, al norte, siguiendo a contracorriente el curso del río que atravesaba el pueblo. No encontró a nadie por el camino, pero sí que hubo algo que llamó su atención y refulgía bajo la luz de la luna que comenzaba a asomar entre las montañas. Un rastro en la nieve, de casi un metro de ancho, uniforme y alargado; que se dirigía aún más hacia el norte, hacia las laderas de las montañas de la Cordillera de Tsukima. Pero, lo que de verdad llamaba la atención en aquel manto blanco, eran aquellas manchas brillantes y carmesíes.
—¡Es obvio! —respondió a la primera pregunta de Roga—. Todo el mundo sabe que son los monstruos los que se llevan a la gente por la noche, ¿acaso no te lo han dicho nunca? ¡Y tú no eres de aquí, así que tienes que ser el monstruo!
—Komaru... —le reprendió el tabernero.
Pero, ante la segunda pregunta, el chiquillo bajó la cabeza. Miró de reojo a su padre, después volvió a mirar de reojo a Roga, y finalmente dirigió sus ojos al suelo.
—Bueno... yo lo dije, pero nadie me cree... —balbuceó, con un hilo de voz.
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La dependienta de Chis Chas decidió encaminarse hacia la periferia de Yukio, al norte, siguiendo a contracorriente el curso del río que atravesaba el pueblo. No encontró a nadie por el camino, pero sí que hubo algo que llamó su atención y refulgía bajo la luz de la luna que comenzaba a asomar entre las montañas. Un rastro en la nieve, de casi un metro de ancho, uniforme y alargado; que se dirigía aún más hacia el norte, hacia las laderas de las montañas de la Cordillera de Tsukima. Pero, lo que de verdad llamaba la atención en aquel manto blanco, eran aquellas manchas brillantes y carmesíes.
![[Imagen: MsR3sea.png]](https://i.imgur.com/MsR3sea.png)
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