17/01/2020, 14:11
Nada más entrar pude ver que todo seguía igual allí dentro. Lo único que cambió fue la figura que me encontré tras aquel escritorio. Kenzou ya no estaba. Bueno, estaba su retrato al lado de aquel espadón que asustaba solo de verlo. Pero el morikage no estaba, en su lugar estaba su sucesora, Aburame Kintsugi.
—Siéntate, por favor
Ella lo hizo antes de que pudiera hacerlo yo que perdí tiempo asintiendo con la cabeza. Por alguna extraña razón tenía miedo, aquella mujer aparentemente muy seria, me imponía mucho. Ya no había la confianza que transmitía Moyashi Kenzou. Hasta cierto punto era razonable, eran tiempos oscuros en Kusagakure. Nuestro propia jinchuiriki se nos había revelado y se había llevado al infierno a nuestro líder. Me ofrecía un folio, deslizandolo por la mesa.
—Cuéntame todo lo que ocurrió en esa misión.
— Vale, está bien...
Pero antes quise darle la vuelta al folio. Era increíble como podía sentir tanta rabia dentro de mí. Había tanta que tuve que sacarla de algún forma y fue en modo de tensión, apretando mis dedos y arrugando aquel trozo de papel en el que se había dibujado la cara de Juro, el traidor a Kusagakure y a quién se lo había dado todo.
— Maldito hijo de puta... — refunfuñé, tensando tanto mi cuerpo que hasta Kumopansa, encima de mi cabeza no se atrevía a abrir su bocaza.
— Lo cierto es que las cosas empezaron mal desde un buen principio y tendría que haber visto venir lo que estaba planeando Eikyu Juro, sé que no arreglaré nada con eso pero siento no haberlo visto en su momento y haber podido hacer más, quizás hubiese podido evitar que Kenzou-sama...
Me avergonzaba a mi mismo, me vi en la obligación de apartar la mirada, con el rostro apagado.
— Antes de llegar al palacio de Gyou-dono tuvimos nuestros más y nuestros menos. Nos topamos con un perro que paseaba una mujer mayor. Al parece, de forma inconsciente, le molesté y me mordió. La anciana resultó ser nuestro contacto en palacio y la mano derecha del Gyou-dono. Juro se vio en la obligación de posicionarse a favor de aquella mujer y aquello me molestó bastante, pero lo comprendí. Ya en palacio a mi me llevaron a la enfermería para curarme las heridas, yo estaba bien pero aquella mujer insistió mucho. Aquella misma noche nos presentamos ante Gyou-dono y fue él mismo quién nos explicó lo que tendríamos que hacer. TRas ello fuimos a la habitación que nos reservaron y esa misma noche... Le juro que era una transformación muy bien hecha, sin fisuras, no vi venir en ningún momento lo que pasó. Era el Daimyo, osea evidentemente no lo fue, pero se parecía tanto.... Al final resultó ser un General de Kurama que se había colado, o algún tipo de ayudante. Nos paralizó, me agarró de la camiseta, me apuñaló varias veces y me arrojó al vacío, por la ventana. Qué forma más triste de morir...
La recordaba a la perfección. Lo que vino después ya fue algo más difuso así que trataría de explicarlo de la forma más ordenada posible.
— Fue como si resucitase, volver a nacer... No sé cuantos días me pase inconsciente en aquella camilla, pero terminé por despertar. Seguía muy débil, claro. Lo raro fue no morir allí mismo aquella noche. La herida del abdomen estaba calmada por no sé cuántas drogas y no podía moverme o se abriría de nuevo. Traté por todos los medios que me pusieran en contacto con Kusagakure pero no me lo permitieron. La anciana me dijo que ella misma lo hizo y al rato... Juro volvió, acompañado de lo que parecían ser tres o cuatro ANBU. Estaba raro, se alegraba de verme y dijo que pudo escapar de las garras de ese cabrón, pero le vi raro. Alerté a los ANBU para que no le sacaron un ojo de encima. Estaba muy raro. Seguramente ya venía con la idea de destruir Kusagakure y a quién se interpusiera de por medio. No sé qué diantres le ha pasado por la puta cabeza para traicionarnos, soy el primer sorprendido. Cuando pude volver la traición ya estaba consumada y Kenzou-sama muerto...
—Siéntate, por favor
Ella lo hizo antes de que pudiera hacerlo yo que perdí tiempo asintiendo con la cabeza. Por alguna extraña razón tenía miedo, aquella mujer aparentemente muy seria, me imponía mucho. Ya no había la confianza que transmitía Moyashi Kenzou. Hasta cierto punto era razonable, eran tiempos oscuros en Kusagakure. Nuestro propia jinchuiriki se nos había revelado y se había llevado al infierno a nuestro líder. Me ofrecía un folio, deslizandolo por la mesa.
—Cuéntame todo lo que ocurrió en esa misión.
— Vale, está bien...
Pero antes quise darle la vuelta al folio. Era increíble como podía sentir tanta rabia dentro de mí. Había tanta que tuve que sacarla de algún forma y fue en modo de tensión, apretando mis dedos y arrugando aquel trozo de papel en el que se había dibujado la cara de Juro, el traidor a Kusagakure y a quién se lo había dado todo.
— Maldito hijo de puta... — refunfuñé, tensando tanto mi cuerpo que hasta Kumopansa, encima de mi cabeza no se atrevía a abrir su bocaza.
— Lo cierto es que las cosas empezaron mal desde un buen principio y tendría que haber visto venir lo que estaba planeando Eikyu Juro, sé que no arreglaré nada con eso pero siento no haberlo visto en su momento y haber podido hacer más, quizás hubiese podido evitar que Kenzou-sama...
Me avergonzaba a mi mismo, me vi en la obligación de apartar la mirada, con el rostro apagado.
— Antes de llegar al palacio de Gyou-dono tuvimos nuestros más y nuestros menos. Nos topamos con un perro que paseaba una mujer mayor. Al parece, de forma inconsciente, le molesté y me mordió. La anciana resultó ser nuestro contacto en palacio y la mano derecha del Gyou-dono. Juro se vio en la obligación de posicionarse a favor de aquella mujer y aquello me molestó bastante, pero lo comprendí. Ya en palacio a mi me llevaron a la enfermería para curarme las heridas, yo estaba bien pero aquella mujer insistió mucho. Aquella misma noche nos presentamos ante Gyou-dono y fue él mismo quién nos explicó lo que tendríamos que hacer. TRas ello fuimos a la habitación que nos reservaron y esa misma noche... Le juro que era una transformación muy bien hecha, sin fisuras, no vi venir en ningún momento lo que pasó. Era el Daimyo, osea evidentemente no lo fue, pero se parecía tanto.... Al final resultó ser un General de Kurama que se había colado, o algún tipo de ayudante. Nos paralizó, me agarró de la camiseta, me apuñaló varias veces y me arrojó al vacío, por la ventana. Qué forma más triste de morir...
La recordaba a la perfección. Lo que vino después ya fue algo más difuso así que trataría de explicarlo de la forma más ordenada posible.
— Fue como si resucitase, volver a nacer... No sé cuantos días me pase inconsciente en aquella camilla, pero terminé por despertar. Seguía muy débil, claro. Lo raro fue no morir allí mismo aquella noche. La herida del abdomen estaba calmada por no sé cuántas drogas y no podía moverme o se abriría de nuevo. Traté por todos los medios que me pusieran en contacto con Kusagakure pero no me lo permitieron. La anciana me dijo que ella misma lo hizo y al rato... Juro volvió, acompañado de lo que parecían ser tres o cuatro ANBU. Estaba raro, se alegraba de verme y dijo que pudo escapar de las garras de ese cabrón, pero le vi raro. Alerté a los ANBU para que no le sacaron un ojo de encima. Estaba muy raro. Seguramente ya venía con la idea de destruir Kusagakure y a quién se interpusiera de por medio. No sé qué diantres le ha pasado por la puta cabeza para traicionarnos, soy el primer sorprendido. Cuando pude volver la traición ya estaba consumada y Kenzou-sama muerto...
Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa