22/01/2020, 11:58
(Última modificación: 22/01/2020, 12:04 por Uchiha Datsue. Editado 2 veces en total.)
Moyashi Kenzou elevó una mano para detener el segundo golpe directo a su rostro, mas cuál sería su sorpresa cuando comprobó que tan solo se trataba de una sombra. Una imagen residual, etérea, que encubría el verdadero movimiento de Daigo: un puñetazo a sus costillas. Kenzou sonrió. Sonrió, sí, porque aquella jugada había sido deliciosa. Daigo había provocado que él hubiese levantado el brazo para dejar al descubierto su costado, y había aprovechado dicha vulnerabilidad. Para él, tan precioso y tan bonito como para un uzujin colar un sello explosivo, o para un amejin esconder un Mizu Bunshin no Jutsu a la espalda del enemigo.
De no ser porque sus ojos no le engañaban, Daigo hubiese jurado que acababa de impactar contra un muro de titanio. Kenzou ni se había inmutado. No se dobló, ni mucho menos emitió un quejido, ni tan siquiera pareció notarlo. Al contrario, sonreía. Feliz, orgulloso, excitado. Quizá hasta demasiado excitado. Aprovechó que tenía el puño encajado en sus costillas para tomarlo con una mano y, como quien tira un guijarro al lago, arrojar a Daigo contra uno de los pilares del tatami cubierto.
—¡Así me gusta, Daigo! ¡Hacía tiempo que no me divertía tanto!
¡Pam!
De no ser porque sus ojos no le engañaban, Daigo hubiese jurado que acababa de impactar contra un muro de titanio. Kenzou ni se había inmutado. No se dobló, ni mucho menos emitió un quejido, ni tan siquiera pareció notarlo. Al contrario, sonreía. Feliz, orgulloso, excitado. Quizá hasta demasiado excitado. Aprovechó que tenía el puño encajado en sus costillas para tomarlo con una mano y, como quien tira un guijarro al lago, arrojar a Daigo contra uno de los pilares del tatami cubierto.
—¡Así me gusta, Daigo! ¡Hacía tiempo que no me divertía tanto!