23/01/2020, 21:44
—No tengo ni pajolera idea de qué pasó aquí cuando regresó Juro de Tane-Shigai —admitió Yota, tras el bofetón que acababa de recibir—. Me cuesta creer que el Jurete que yo conocí pudiera actuar de una forma como la que dice, aunque reconozco que yo también lo he pensado. Por fortuna o por desgracia sé que la vida puede dar muchas vueltas pero... —Yota apoyó las manos sobre la mesa—. Creo que deberíamos contemplar la opción de que Kurama y sus Generales hayan refinado la técnica para revertir el sello. La técnica que le aplicaron a la jinchuriki de Amegakure y así pasar desapercibido. En definitiva, Morikage-sama... Deberíamos tener en cuenta de que sea el bijuu quién está controlando el cuerpo de Jurete y no el shinobi que todos conocíamos —agregó con valentía. El chico cerró entonces los ojos y lanzó un suspiro—. Pero no soy imbécil. Ni siquiera un gilipollas. Sigo teniendo presente su hipótesis, como le digo yo mismo la he llegado a barajar estos días y si realmente fue Jurete yo mismo actuaré en consecuencia.
Kintsugi se quedó mirándolo en silencio durante varios largos segundos. Sopesaba las palabras de su genin, evaluaba su segunda hipótesis cuidadosamente.
—No podemos obviar esa teoría —habló entonces, con la misma parsimonia de antes. Guardó algunos segundos más de silencio y alzó la mirada hacia el techo. Debajo de su antifaz, sus ojos miraban más allá—. Ninguno, a excepción de Kenzou-sama (que en paz descanse) y de Juro, sabemos lo que ocurrió en este despacho ese día. Los único que sabemos es que el Morikage mandó llamar a Juro, y en algún momento de la conversación escuchamos un fuerte estruendo, como si el mismo edificio se estuviese desmoronando. Yo fui la primera en llegar aquí. Para entonces, el techo que ahora mismo ves sobre tu cabeza ya no existía, y allí en el cielo estaba esa... bestia... Ese... monstruo... —Aún podía verlo, como si todavía estuviese allí: aquel extraño y monstruoso insecto gigante, con sus siete colas actuando al mismo tiempo como alas. Cada noche lo veía en sus pesadillas—. Y cargaba ese láser contra nosotros. Kenzou se sacrificó para salvarnos a todos de la destrucción. Y después se marchó volando antes de que pudiéramos detenerlo.
»Que sea Juro o sea el bijuu ya no importa. El daño está hecho. Daremos con ellos. Y recibirá su merecido castigo. Y tú, Yota, como cualquier otro shinobi de esta aldea, recibirá la misma orden: Darle caza.
Kintsugi se quedó mirándolo en silencio durante varios largos segundos. Sopesaba las palabras de su genin, evaluaba su segunda hipótesis cuidadosamente.
—No podemos obviar esa teoría —habló entonces, con la misma parsimonia de antes. Guardó algunos segundos más de silencio y alzó la mirada hacia el techo. Debajo de su antifaz, sus ojos miraban más allá—. Ninguno, a excepción de Kenzou-sama (que en paz descanse) y de Juro, sabemos lo que ocurrió en este despacho ese día. Los único que sabemos es que el Morikage mandó llamar a Juro, y en algún momento de la conversación escuchamos un fuerte estruendo, como si el mismo edificio se estuviese desmoronando. Yo fui la primera en llegar aquí. Para entonces, el techo que ahora mismo ves sobre tu cabeza ya no existía, y allí en el cielo estaba esa... bestia... Ese... monstruo... —Aún podía verlo, como si todavía estuviese allí: aquel extraño y monstruoso insecto gigante, con sus siete colas actuando al mismo tiempo como alas. Cada noche lo veía en sus pesadillas—. Y cargaba ese láser contra nosotros. Kenzou se sacrificó para salvarnos a todos de la destrucción. Y después se marchó volando antes de que pudiéramos detenerlo.
»Que sea Juro o sea el bijuu ya no importa. El daño está hecho. Daremos con ellos. Y recibirá su merecido castigo. Y tú, Yota, como cualquier otro shinobi de esta aldea, recibirá la misma orden: Darle caza.