(C) La fuga del Yermo

[Sama-sama]

Toru suspiró mientras seguía negando con la cabeza. Aquello… Aquello era demasiado. No había permanecido por mucho tiempo con Kasaru, esa era la verdad. ¡Pero ella le había salvado la vida! Y él tenía buen ojo para calar a las personas. Sabía de quién se podía fiar y de quién no, y, sin duda, Kasaru era de esas pocas personas con las que podías contar si tu vida dependía de ello.

¿Qué habría hecho para acabar así?

—¿En serio? ¿Las trajiste contigo? No, no... No las conozco. ¡Ni siquiera sabía que tenía una hija, por todos los dioses! —Suspiró—. Es que yo hace unos años viajaba por el mundo, ¿sabes? ¡No hay rincón de Oonindo que no tenga mi huella! He visto de todo. He probado de todo. Cuando conocí a Kasaru, yo estaba medio muerto en el desierto. Es lo que tiene la experiencia, chico. Que a veces hace que te confíes de más. Me salvó la vida, eso te lo puedo asegurar. Pasamos nuestros buenos ratos, eso el viento del desierto lo sabe bien también. Pero yo tenía que seguir con mi viaje, y ella... Ella pertenecía al desierto —dijo, con cierto pesar en su voz.