27/01/2020, 14:43
Ayame no sabía cuánto tiempo había pasado. Prácticamente se había dejado llevar hasta el hospital como un muñeco sin vida, y se había mantenido igual de silenciosa mientras le practicaban las curas pertinentes y le vendaban el vientre. Igual de silenciosa se mantuvo en el trayecto de vuelta a la Torre, y en el interminable ascenso en el ascensor. Igual de silenciosa se mantenía ahora, dentro del despacho de Yui, sentada frente a su escritorio y con la mirada fija enla nada. Era como si su cerebro, harto de recibir daño, tanto físico como emocional, hubiese decidido sedarse a sí mismo. La sombra de las lágrimas derramadas aún recorrían las mejillas de la muchacha.
Y la Arashikage, frente a ella, guardaba un silencio similar.
—Nuestro Kaido sigue vivo —afirmó Yui, convencida.
Y los labios de Ayame temblaron sin poder evitarlo.
—Yo le vi... Le vi... Vi a Kaido... El de verdad... Me habló... —reveló Ayame, débil, con un hilo de voz. Sus manos, en su regazo y una de ellas vendada, se cerraron instintivamente como si deseasen aferrarse a algo.
Algo que no tenía.
—Quería traerlo de vuelta... Pero... ¡Pero...!
Sus ojos se empañaron.
Y la Arashikage, frente a ella, guardaba un silencio similar.
—Nuestro Kaido sigue vivo —afirmó Yui, convencida.
Y los labios de Ayame temblaron sin poder evitarlo.
—Yo le vi... Le vi... Vi a Kaido... El de verdad... Me habló... —reveló Ayame, débil, con un hilo de voz. Sus manos, en su regazo y una de ellas vendada, se cerraron instintivamente como si deseasen aferrarse a algo.
Algo que no tenía.
—Quería traerlo de vuelta... Pero... ¡Pero...!
Sus ojos se empañaron.