27/01/2020, 23:50
Yui suspiró.
—Ayame —interrumpió a la muchachita que lloraba frente a ella—. Por difícil que te parezca, es hora de retomar la compostura. Ahí abajo dijiste que estaba siendo manipulado por ese tatuaje.
»Pero antes de llegar a ese punto, quiero saber qué hacías exactamente con él, y por qué. Quiero que me cuentes esta historia de principio a fin. Despacio. Tómate el tiempo que necesites. Y asegúrate de contarme todo lo que pasó. —Aquella Yui casi no se parecía a la que Ayame conocía, o más bien a la idea que tenía de ella. Pasada la adrenalina de la pelea, la Arashikage se había topado con una triste realidad, y con un problema más grande que el que creía tener.
Porque para ella, un traidor no era un problema, era una molestia que uno debía extirpar, como un tumor. Como una enfermedad. Lo matas, te sanas. Pero si Kaido estaba siendo controlado por alguna especie de Genjutsu, la solución no era tan sencilla. Porque no podían simplemente matarlo.
Porque entonces, Kaido era su hijo, y tenía que rescatarlo.
Era como si, de pronto, hubiera vuelto al día en el que envió al muchacho de misión. Cuando le ordenó matar a aquellos cabrones. Y se arrepentía. Se arrepentía muchísimo. Porque si no lo hubiera hecho, ahora él estaría allí.
—Ayame —interrumpió a la muchachita que lloraba frente a ella—. Por difícil que te parezca, es hora de retomar la compostura. Ahí abajo dijiste que estaba siendo manipulado por ese tatuaje.
»Pero antes de llegar a ese punto, quiero saber qué hacías exactamente con él, y por qué. Quiero que me cuentes esta historia de principio a fin. Despacio. Tómate el tiempo que necesites. Y asegúrate de contarme todo lo que pasó. —Aquella Yui casi no se parecía a la que Ayame conocía, o más bien a la idea que tenía de ella. Pasada la adrenalina de la pelea, la Arashikage se había topado con una triste realidad, y con un problema más grande que el que creía tener.
Porque para ella, un traidor no era un problema, era una molestia que uno debía extirpar, como un tumor. Como una enfermedad. Lo matas, te sanas. Pero si Kaido estaba siendo controlado por alguna especie de Genjutsu, la solución no era tan sencilla. Porque no podían simplemente matarlo.
Porque entonces, Kaido era su hijo, y tenía que rescatarlo.
Era como si, de pronto, hubiera vuelto al día en el que envió al muchacho de misión. Cuando le ordenó matar a aquellos cabrones. Y se arrepentía. Se arrepentía muchísimo. Porque si no lo hubiera hecho, ahora él estaría allí.