28/01/2020, 12:19
—Muy bien hecho —asintió Yui, y las mejillas de Ayame se encendieron ligeramente—. Pero no debes ponerte demasiado en riesgo. Estamos hablando de Dragón Rojo. Son muy peligrosos. ¿Cómo llegaste a confrontarlo de forma directa?
Ayame, contrariada, agitó la cabeza.
—Tomé las medidas necesarias para que no me descubriesen, Yui-sama. Los seguí desde el aire, a una distancia suficiente para que no se percataran de mi presencia, pero al mismo tiempo no perderles de vista —resolvió, con orgullo inflado, antes de continuar el relato—: Resulta que se dirigían hacia una especie de galpón de aluminio, no muy lejos de la posada. Los espié desde el tejado, y a simple vista no parecía más que una simple fábrica de preparado de pescado o algo así. Vamos, el típico lugar donde lo preparan antes de sacarlo al mercado. Pero no podía irme sin más, no me quedaba tranquila... Por eso, burlé a los guardias de la puerta utilizando una de mis ilusiones de voz y me colé dentro...
Ayame respiró hondo, temblaba ligeramente.
»No... No era una fábrica de pescado. Lo vi cuando ese tal Kincho, el que yo sospechaba que era Kaido, tomó uno de los peces. Estaba abierto en canal y en su interior tenía guardado una bolsita con un contenido azul brillante: omoide —pronunció, con asco y repulsión, como si lo hubiese tenido en su misma boca—. Y el jefe de ese lugar, o lo que fuera, le estaba preguntando si Kaido-sama estaría satisfecho con aquel cargamento, si podían contar con su protección durante los próximos seis meses. Y se supone que iban a llevar todo aquello hacia el Remolino. Pero...
»No... no podía quedarme de brazos cruzados por más tiempo. Ese lugar sólo era una fábrica de droga camuflada, y ese tal Kincho era Kaido disfrazado.
Ayame, contrariada, agitó la cabeza.
—Tomé las medidas necesarias para que no me descubriesen, Yui-sama. Los seguí desde el aire, a una distancia suficiente para que no se percataran de mi presencia, pero al mismo tiempo no perderles de vista —resolvió, con orgullo inflado, antes de continuar el relato—: Resulta que se dirigían hacia una especie de galpón de aluminio, no muy lejos de la posada. Los espié desde el tejado, y a simple vista no parecía más que una simple fábrica de preparado de pescado o algo así. Vamos, el típico lugar donde lo preparan antes de sacarlo al mercado. Pero no podía irme sin más, no me quedaba tranquila... Por eso, burlé a los guardias de la puerta utilizando una de mis ilusiones de voz y me colé dentro...
Ayame respiró hondo, temblaba ligeramente.
»No... No era una fábrica de pescado. Lo vi cuando ese tal Kincho, el que yo sospechaba que era Kaido, tomó uno de los peces. Estaba abierto en canal y en su interior tenía guardado una bolsita con un contenido azul brillante: omoide —pronunció, con asco y repulsión, como si lo hubiese tenido en su misma boca—. Y el jefe de ese lugar, o lo que fuera, le estaba preguntando si Kaido-sama estaría satisfecho con aquel cargamento, si podían contar con su protección durante los próximos seis meses. Y se supone que iban a llevar todo aquello hacia el Remolino. Pero...
»No... no podía quedarme de brazos cruzados por más tiempo. Ese lugar sólo era una fábrica de droga camuflada, y ese tal Kincho era Kaido disfrazado.